Mariano Rajoy, pobre, no ve más allá. Sus legajos y montones de leyes le impiden ver la deriva de Artur Mas hacia la independencia definitiva (que no desea). Unas elecciones plebiscitarias en Cataluña serían el acta de defunción de España como Estado unitario. Tras éstas, la voluntad mayoritaria de los catalanes expresada en las urnas democráticas y oficiales, sería el mandato taxativo e irrehuible para Artur Mas (como para el resto de España y para el mundo) hacia la plasmación del Estado catalán.

El principio democrático es un bien y una realidad que se sustenta en la única fuerza existente: la soberanía popular. El principio legal o norma jurídica es la plasmación en segundo grado o a posteriori del principio o voluntad democrática, por tanto no puede oponerse o ha de adaptarse a dicha voluntad. Es decir, una norma (la Constitución) no puede obstruir un principio (la voluntad democrática): así lo reconoce el Derecho Internacional.

¿Qué está haciendo Mas? Pues... dilatar la convocatoria de elecciones plebiscitarias. El 9N, con urnas no oficiales en la calle, es un paso más, sin ningún efecto, lo ha reconocido Artur Mas. ¡Vamos!, marear la perdiz. ¿Por qué no va al paso siguiente y lógico que sería convocar unas elecciones plebiscitarias?

¿Qué se pretende? Pues... que Rajoy abra los ojos de una vez. Que oferte algo atractivo para que Artur Mas pueda alzarse con algo que presentaría como un logro positivo para Cataluña, y que, en vista de los resquebrajamientos de la unidad de los partidos políticos catalanes, evitaría el desastre de la desunión o la frustración final de los catalanes. Pero, en realidad, se estaría evitando el peligro total y definitivo: las elecciones plebiscitarias.

Mariano, político chapado a la española, o sea, sin los pies en los suelos (Cuba y Puerto Rico en 1898 querían ser españolas pero les privábamos desde aquí de la libertad de comercio: un destornillador, por ejemplo, tenía que ser comprado aquí, más caro), Mariano Rajoy, decíamos, se rige por miedos y por certezas imperiales. Pero el Imperio pasó. Hoy las voluntades se contrastan. Se consensúan. Salvar la unidad del Estado quizá implique reconocer capacidad fiscal, legislativa y ejecutiva de Cataluña como pueblo. Eso sería avanzar y solucionar. Esperemos que Rajoy, si no tiene buena vista, al menos lo supla con una buena capacidad de raciocinio. Esperemos.