Tenía pensando a la largo de la semana en como retomar el pulso a los comentarios, una vez pasada la algarabía del cambio de año; con los distintos acontecimientos y buenas nuevas, que nos han venido llegando las últimas semanas desde la Asociación Valenciana de Aficionados a la Meteorología. La idea inicial, era continuar con la saga de artículos sobre la influencia de la meteorología y la climatología en la historia de la humanidad, ya con las grandes guerras del siglo pasado, pero la actualidad manda, y si usted es aficionado a la meteorología estoy seguro que le habrá hervido la sangre e incrementado su belicosidad, aunque a pequeña escala, al escuchar comentarios despectivos y apesadumbrados sobre el reciente cambio de tiempo que hemos tenido. No se preocupe, es normal, nos ocurre a todos, se trata de la pequeña guerra de los cambios de tiempo.

Excepto a los que nos gusta la meteorología, al resto de los mortales no le gusta los cambios de tiempo, aducen que son incómodos, que no permiten desarrollar su rutina con normalidad, que tienen más propensión para caer enfermos, que los días grises la falta de luz los vuelve tristes y melancólicos. De la otra parte estamos los que nos gusta la meteorología, que sabemos de antemano que la batalla de hacer entender al gran público de la necesidad e interés de los cambios de tiempo está perdida, pero que no nos resignamos a dejar de hacer oír nuestros argumentos. Lo crea o no el gran público, la lluvia y los fríos, en su justa medida, son cambios de tiempo que han sido y son estrictamente necesarios para el devenir equilibrado de nuestra sociedad. Para hacerme entender rápidamente, sin estos cambios de tiempo propios de nuestras latitudes, con un tiempo eternamente seco, soleado, templado o caluroso no se podría vivir donde estamos, ya que en pocos años nuestra porción de territorio formaría parte del cercano desierto del Sahara. Puede parecer ciencia ficción o una exageración por mi parte, debido a mi subjetividad como aficionado a la meteorología y por tanto a los cambios de tiempo, pero la vegetación en el SE de la península Ibérica, cuya adaptación a la sequía y el calor tiene un límite, camina todos los años sobre el alambre para no perder posiciones frente a la erosión y el proceso de desertización que avanza de sur a norte en esta región de la Península Ibérica.

Si como mucha gente desea cesaran los cambios de tiempo y ya no lloviera nunca más, los problemas de la desertización se harían notar en muy pocos años en nuestro día a día. Las plantas, principal baluarte defensor contra el avance del desierto, se secarían a los pocos meses „más rápido si cabe dada la actual sequía que ya venimos padeciendo„ , sin la vegetación sosteniendo el suelo, el aire se llenaría de polvo hasta con una ligera brisa y se haría irrespirable. Y un día no muy lejano el chorro mágico de agua que sale de nuestras fuentes en casa dejaría de brotar, ya que lo crean o no, es agua de lluvia lo que los alimenta. La próxima vez que lamenten la aparición de la lluvia recuerden esta pequeña guerra que venimos librando contra la desertización y sean un poco más felices.