Dusco en el diccionario con ánimo de resolver un conflicto. Contra la opinión de los maestros, hábiles en confundir inútilmente a tantas criaturas, el diccionario es un manual de autoayuda. En algún momento puede que de autodestrucción, asunto turbio que pospongo para otra ocasión. Esta práctica terapéutica la ejercito por prescripción médica: me cuesta relacionarme con las palabras (y por ende con las personas). El mes pasado se lió parda (ignoro qué significa esta expresión) con el término «luminoso». Una descarada e insensata factura de la luz hizo replantearme la conveniencia o no de vivir a oscuras. Al fin y al cabo si ya lo hacemos en sentido metafórico, ¿qué cuesta reconducirlo al orden real? Cuanto más claro parece todo, más oscuro me siento yo.

Ahora la cosa se ha puesto seria con el concepto «útil». Presten atención al siguiente balance: la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) sostiene que ninguna línea española del AVE es rentable. Disponemos de 2.515 kilómetros en servicio. Otros 1.200 en construcción. En España hay 11.800 viajeros por kilómetro de AVE. En Japón 158.121. En Francia 61.400. Absurdo todo, sí. Pero, ¿quién dijo que impere la lógica en rededor? Invertimos recursos económicos y humanos en mejorar el transporte, pero el asunto se vuelve improductivo. Visto el percal, esos que viajan de acá para allá coadyuvan a deconstruir la «utilidad». Ingenieros de caminos, políticos y demás aúan fuerzas a tan noble causa.

Suerte que N. Ordine ya anticipó esta idea en su obra La utilidad de lo inútil. El mundo ha sido inundado por inútiles, algo obvio cuando me observo a mí mismo. Miren además a esos poetas, psicólogos o Belén Esteban, por referirme a alguien de mayor peso social (en sentido figurado y real, claro). ¿Para qué? ¿Sirven de algo? ¿Sirven a alguien? Así que el mentado estudio de Fedea conduce a una conclusión filosófica: el valor de lo «útil» recae en su «inutilidad». Sepan también „por eso de alimentar el yo cotilla de mis lectores„ que, sumergido en el desconcierto, sigo sin reconciliarme ni con las palabras ni conmigo mismo. Será que, en perfecta armonía con el todo, uno sigue siendo „si alguna vez dejó de serlo„ un perfecto inútil.