Los valencianos no tenemos suerte. Los últimos sondeos de intención de voto proyectan un panorama incierto. Los partidos políticos de siempre, PPCV y PSPV, muerden el polvo. EUPV no va a la zaga. Caída sin precedentes, en los últimos 30 años, para las elecciones autonómicas y locales. Ciudadanos recoge la espantada de los votantes conservadores y Podemos, en ascensión desbocada, recibe la afluencia de la indignación por el flanco progresista en clave estatal. Si Podemos pasara de la nada a equipararse al PSPV en Les Corts sería un crecimiento descomunal de difícil interpretación. Los analistas distinguen entre los partidos sólidos „con base, estructura y proyecto„ y los que se perciben en estado efervescente, al estilo Ciudadanos, sujetos a los avatares de las circunstancias y a la competencia de opciones equivalentes. Este ha sido el descalabro que ha padecido UPyD, el partido de Rosa Díez. El perfil de su presidenta y sus escenificaciones no derivan a la consistencia de una oferta nítida e identificable. Hay partidos fiables por consistentes „hechos a fuego lento„ y formaciones políticas suflé. Éstas son las ofertas ideológicas que en el fragor de la expectativa electoral, como los suflés, se inflan y multiplican en el horno, aunque decaen rápidamente al menor contratiempo o cuando se perciben sus entretelas.

En la ópera de Valencia „que no es la Fenice, ni la Scala, ni el Liceo ni el Teatro Real„ se anuncian varias representaciones del Nabucco de Giuseppe Verdi, que cuenta en su libreto con un coro entre los más conocidos del bel canto. Dice su primera estrofa, «Va pensiero, sull´alli dorati». Si ha de volar el pensamiento, habrá de ser con libertad, para que el protagonista, Zacarías, reconforte a su pueblo hebreo, en expectativa de que ocurra algo excelente: creer en su futuro.

En el terreno de las ideas Verdi se asocia a Garibaldi en el proceso de unificación italiana. El coro de los esclavos del Nabucco fue la música de fondo para el movimiento por la independencia italiana. No estaría mal que a fuerza de reiterar el Va pensiero, que ha servido también para significar el afán por la unificación europea, los valencianos acabaran creyendo en un futuro trufado de audacia, realidad, ilusión y esperanza. Sería, quizás, el logro impensable de que el Palau de les Arts se redimiera, como contenedor, con el mejor servicio a la sociedad a la que se debe y que, por la mala cabeza de sus promotores políticos, paga sus deudas.

No es la primera vez que llega de tierras italianas el impulso necesario paras seguir adelante. Cuando fallan los hombres y sus empresas, en el tiempo y en el espacio, es inevitable mirar alrededor para captar experiencias y renovar el espíritu emprendedor. Para la Comunitat Valenciana pesa más su dimensión mediterránea que la península Ibérica. De ahí que el fracaso en su inserción en el Arco Mediterráneo por derecho propio, resulte un fiasco colectivo para todos los valencianos, entorpecido desde la concepción geopolítica del centralismo proverbial del Estado español. El horizonte de la expansión valenciana se sitúa, entre otros focos, desde la Corona de Aragón hacia tierras italianas en Nápoles y Sicilia, Roma, Toscana, Ferrara, o el Vaticano. En el claroscuro de los Borgia, los Médici, Maquiavelo o fra Angélico. Siempre por encima y a través del Mare Nostrum, en la dimensión «d´un pont de mar blava» que cantó Lluís Llach con versos de Miquel Martí i Pol.

De cara al panorama que surgirá de las próximas elecciones, los valencianos afrontamos un nuevo desafío. Seguimos pesando poco en el conjunto español. Cada día menos. En caída libre con Olivas, Camps y Fabra. Contamos con una organización público-administrativa concebida desde la visión centralista del Estado, surgida en respuesta a la contestación soberanista de Cataluña y Euskadi, que lleva más de un siglo condicionando la política española más allá de los principios democráticos y del proceso de integración en la Unión Europea. Los padres constitucionales esperaban que la Europa comunitaria fuera el cauce que impidiera insurgencias y separaciones. No ha sido así. En gran medida por la intolerancia, las rigideces y torpezas de los grupos reaccionarios que lo fían todo a la unidad de mercado y a la marca España. No ha hecho más que devaluarse con la eclosión del caso Rato, con dimensión internacional.

El desarrollo de las fuerzas políticas que nacen, crecen y decaen, se emplaza en el mismo contexto de la política radial, consustancial con la concentración de poder que caracteriza al Estado borbónico después de tres siglos. Una vez más, para este 25 d´Abril, maulets o botiflers, con las consecuencias de siempre.