Emulando a Martin Luther King hoy les digo a ustedes, queridos lectores, que a pesar de las dificultades aún tengo un sueño. En mi sueño la política española se regenera definitivamente, los partidos se limpian de corruptos. La ética pública resplandece. Los intereses partidistas desaparecen en beneficio del interés colectivo. Los políticos son auténticos estadistas que no evaden impuestos ni defraudan en cuentas exteriores sin regularizar. Los españoles vuelven a tener interés por la política. Nada mejor para conseguir la manipulación que fomentar el alejamiento de los ciudadanos respecto a los temas políticos. No es un campo reservado a unos pocos, todos deberíamos estar muy interesados pues nos jugamos nuestra vida y la de las generaciones futuras.

En mi sueño la Comunitat Valenciana, nombre de consenso al que no me acostumbro, está por fin cohesionada, sus dirigentes son personas de prestigio. Los valencianos se sienten orgullosos de serlo y de tener una cultura propia. El valenciano es tan valorado como el castellano o el inglés.

También sueño con un mercado laboral justo, moderno y adaptado a los tiempos en los que vivimos. Los contratos basura desaparecen. La Justicia es real. El dinero no lo mueve todo. No existen prebendas para los poderosos. La humanización de la convivencia se convierte en el leitmotiv de las personas. Se abandonan los fanatismos. La crítica, el razonamiento, el pensamiento y la sana discusión ocupan nuestras vidas. La hipocresía y el cinismo son desterrados del día a día. La existencia se simplifica. Los hechos son lo importante. La vida se transforma en poesía y la poesía se llena de vida.

La esclavitud hacia el egoísmo sucumbe ante el poder del corazón. Los amantes se quieren. Alley vuelve con Noah. El amor deja de ser un trastorno emocional pasando a ser una relación enriquecedora incluso en los tiempos del cólera. Nadie vive cien años de soledad. Los amigos se ayudan. El respeto es la voz dominante. Nuestros mayores son cuidados con veneración y cariño. Los inmigrantes son aceptados. El viento y las tormentas arrasan con la televisión basura. Llueve paz y sosiego. Las fronteras quedan desdibujadas. Los mares se cubren de flores y los peces nos saludan en la orilla del mar. La gente lee, conversa, piensa, medita y ríe. Las familias comen y cenan alrededor de la mesa, se cuentan historias. La tele no funciona. Puede que pienses que soy un soñador como John Lenon: «But I'm not the only one, I hope somebody yo'ull join us».

Todos tenemos derecho a soñar, quizá sea nuestro gran ejercicio de libertad. Aunque los sueños seas utópicos no está mal intentar alcanzarlos y luchar por ellos. No debemos tener miedo al fracaso, cuando luchamos la vida adquiere un significado especial, evitemos que nos roben nuestras ilusiones. Soñar nos aligera las cargas emocionales, nos motiva a alcanzar nuevas metas y nos potencia la creatividad. No permitamos que se nos diga que no podemos conseguir algo, desistir es la salida de los débiles.

Como escribió nuestro gran Calderón de la Barca en el siglo XVII: «en el mundo, en conclusión/todos sueñan lo que son/aunque ninguno lo entiende. La libertad nos permite soñar un mundo más justo, preguntémonos si lo que estamos haciendo hoy nos acerca a nuestros sueños y así nos aseguraremos que moriremos viviendo.