¡Unidad! Paradójicamente se usa este término para dividir a buenos de malos (patriotas, ciudadanos, empresarios, trabajadores, vecinos, etcétera). Porque no se entiende en su acepción original. ¡Cómo si el que la invoca tuviera la patente de lo que significa unidad!

A unidad se opone fragmentación, división; y no pluralidad. La unidad no es uniformidad: no se pueden identificar de modo simple e indebido por el pensamiento único y acrítico.

En la unidad cabe la pluralidad. Unidad se refiere a fin; y para lograrlo se pueden emplear muchos medios (pluralidad). Así podemos decir que si el fin es el bien común „el mejoramiento de todos como personas„ es lógico usar pluralidad de medios. Es más, la unidad se refuerza con la pluralidad.

La unidad es siempre mejor que la división: la unión hace la fuerza. Y, en este aspecto, se debe considerar la unidad como un bien deseable, si el fin también lo es. A lo largo de los siglos, la división de los hombres „y el nacionalismo no es una excepción„ ha sido origen de grandes males. Pensemos simplemente lo que el nacionalismo exacerbado europeo provocó: dos grandes guerras mundiales en el siglo XX, con cientos de millones de víctimas.

La Humanidad ha de caminar hacia la imbricación „no me gusta la palabra globalización porque contiene un sentido meramente comercial y económico„ de tal modo que siendo distintos, y deseablemente plurales, tengamos objetivos de carácter universal, que haga que la gran familia humana se sienta fuertemente atravesada por lazos de amistad, de fraternidad, de solidaridad€ Se ha dicho, con acierto, que hay que pensar en universal y actuar en local (proximidad).

Podemos aplicar estos principios a los problemas cotidianos. Por ejemplo, más vale un mal acuerdo que un buen pleito. O a la cuestión catalana: pensar con racionalidad supone admitir que siempre es mejor estar unido con el vecino que desavenido. ¿No sería mejor vivir en buena armonía con el de al lado? Cuando vamos hacia una Europa integrada „¡y qué necesidad tenemos!„ es difícil entender la secesión. Cuando la sensibilidad está a flor de piel, cualquier movimiento se puede entender como un agravio, hasta un detalle de cariño. Esto es precisamente lo irracional del asunto.

La cuestión es no usar la dialéctica, confrontando unidad con pluralidad. Sí, caben ambas posiciones. Se puede apostar por la unidad sin tener que prescindir de la pluralidad. Cataluña está en nuestro corazón; y nosotros, en el corazón de los catalanes.