Ante la próxima cumbre del Clima de París y todo lo que desata debo decir que entro en una especie de desasosiego interno que voy a intentar explicar. Si en asuntos religiosos es fácil definirse como ateo o como creyente, lo es mucho menos hacerlo como agnóstico. En el mismo sentido, en el tema del cambio climático de origen humano lo fácil es negarlo o creer todo lo que se dice a pies juntillas. Yo me defino como escéptico y eso me genera no pocos problemas de relación con otros que son «compañeros de trinchera» en multitud de temas referidos al medio ambiente y, a su vez, me hace coincidir, contra mi voluntad, con personas muy alejadas de mis posiciones tradicionales. Voy a tratar de explicar qué me creo y qué no me creo en este tema. Creo que el hombre con su actitud se está literalmente cargando el planeta y a sí mismo, que está rompiendo cada vez más el equilibrio entre población y recursos. Creo firmemente que el actual modelo energético no es sostenible porque se basa en recursos finitos, porque genera una contaminación que está matando no sólo a animales y plantas, sino a los propios humanos, en cantidades mucho más altas y de forma más directa que las que se atribuyen al cambio climático. Dicho esto, el problema es que yo tengo dudas sobre que todo lo que se atribuye en temas vinculados al aumento de riesgos climáticos responsables de destrucción y muerte tenga que ver con este cambio, sino más bien con una mala ordenación del territorio, y no me creo en absoluto las proyecciones del IPCC de cómo evolucionará el clima en el futuro, porque parte de supuestos cerrados y no comprobados, y porque muchas veces no cuenta con la intervención de factores naturales tan fuertes como la radiación solar, e incluso con la propia capacidad de respuesta y adaptación de la propia naturaleza. Todo esto lo acompañamos de un circo mediático que vende apocalipsis y al que se suman sin convicción, por puro interés coyuntural, algunos científicos, políticos y «famosos» e incluso algunas empresas, responsables de la emisión de contaminantes, que se cuelgan en el pecho, por razones publicitarias, la bandera del cambio climático, como si fuera el único problema ambiental importante.

No obstante, como creo que las medidas a tomar para reducir la emisión de gases de efecto invernadero serán positivas, deseo que la cumbre vaya bien aunque, sinceramente, creo que volverá a lanzar balones fuera.

enrique.molto@ua.es