Si ven ustedes dos grandes carpas en el jardín del Turia no piensen que se trata de un nuevo circo, sino de los preparativos del encuentro europeo de Taizé en Valencia. El 28 de diciembre se prevé que acudirán a nuestra ciudad 15.000 jóvenes de muchos países. Tampoco piensen que se trata de una nueva demostración de poder y visibilidad de la iglesia institucional. Nada de eso. Los encuentros internacionales comenzaron hace 38 años desde el deseo de iniciar una peregrinación de confianza por diversas ciudades europeas, buscando el encuentro desde la sencillez y la búsqueda común de las fuentes del evangelio. Este es el espíritu de la comunidad monástica de Taizé, abierta a la acogida de jóvenes, una «pequeña primavera de la iglesia», en palabras de Juan XXIII.

Es interesante comprobar que mucha gente que se declara alejada o incluso contraria a la iglesia institucional, valora en mucho la labor de Cáritas o la figura del papa Francisco, pues expresan de forma decidida y eficaz los principios de solidaridad, acogida y lucha contra la injusticia hoy en día imprescindibles. En la misma línea podemos considerar la labor de Taizé. Su fundador, Roger Schutz, se dedicó durante la II Guerra Mundial a acoger en el pequeño pueblo francés a refugiados que huían de la represión nazi. Allí fundó con unos cuantos hermanos una pequeña comunidad ecuménica que nunca ha pretendido crear un movimiento ni expandirse, sino recuperar la dimensión del encuentro, las fuentes de la solidaridad y la escucha a los jóvenes.

Pues esto es lo que vamos a encontrar estas Navidades por nuestras calles: jóvenes de muchos países alojados en familias valencianas de forma gratuita y solidaria, oraciones y talleres donde serán bien recibidos los cristianos de cualquier confesión y toda la ciudadanía en general. Veremos que no hay pancartas ni reivindicaciones, ni afán de protagonismo, sino acogida y encuentro desde la diversidad. Y si profundizamos, por debajo de la estética y de los símbolos religiosos „bellos por su sencillez, por su cercanía„ descubriremos que sus raíces comparten el mismo deseo de igualdad, justicia y solidaridad que caracteriza a tantos movimientos políticos y sociales contemporáneos que buscan recuperar la mejor dimensión de lo humano, y un sentido de la vida que trascienda la individualidad exacerbada, la acumulación material y el afán de competir como principales objetivos.

En el tiempo urgente de los refugiados, de la desigualdad extrema y de la pobreza, este encuentro colabora a recuperar la confianza a través de lo colectivo, nos aporta el sentido de la diversidad y muestra los buenos frutos de una espiritualidad abierta, compartida.