Muchas veces lo hemos hablado dentro del movimiento feminista: el lenguaje masculino es el altavoz del patriarcado. La utilización del lenguaje sexista no es inocente, porque ocultando el femenino se invisibiliza a las mujeres. Así lo dicen expertas en este tema como Eulàlia Lledó i Cunill: «El sexismo es fundamentalmente una actitud que se caracteriza por el menosprecio y la desvalorización, por exceso o por defecto, de lo que somos o hacemos las mujeres». En este sentido, Pilar Careaga, autora de la obra El libro del buen hablar, determina que «el lenguaje está creado por el hombre, para el hombre y tiene como objeto el lenguaje del hombre». También en la misma dirección, Teresa Meana Suárez afirma que «la lengua constituye, como mínimo, el reflejo de la realidad, de la sociedad que la utiliza. Así como la sociedad es racista, clasista, heterosexista, la lengua también lo es. Y por supuesto recoge las desigualdades derivadas de la situación de discriminación de las mujeres y refleja todo el sexismo y androcentrismo existentes».

Todo ello contrasta con las declaraciones de Ignacio Bosque, quien fue director de la Real Academia Española, catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y ponente de la nueva gramática de la lengua española en su artículo Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer. Destaco solo un par de declaraciones. La primera: «El masculino engloba en su designación a varones y mujeres». La segunda (en la que se atreve, incluso, a opinar sobre las cuotas): «Indicaré tan solo que conozco mujeres (algunas, sumamente prestigiosas) que consideran ofensivo el establecimiento de cuotas que regulen su acceso a puestos de responsabilidad, sea en el número de ministras o de directoras generales que deben formar parte del Gobierno, el de catedráticas que deben enseñar en una determinada universidad».

Pero, ¿qué se puede esperar de una institución como la Real Academia Española (RAE), que se creó en 1713 y que a lo largo de sus trescientos años de historia ha tenido veintinueve directores y ninguna directora? Y en la actualidad la componen cuarenta hombres y siete mujeres.

Unas simples pinceladas para analizar cómo se comporta la RAE en las redes sociales y cómo explica que palabras como «hembrismo» o «feminazi» son neologismos: «Un neologismo puede definirse como una palabra nueva que aparece en una lengua, o la inclusión de un significado nuevo en una palabra ya existente o en una palabra procedente de otra lengua» (según Wikipedia).

O cómo explica que hembrismo es lo contrario a machismo. Machismo (RAE): «Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres». No hay ninguna palabra que sea antónima, porque las mujeres no tenemos ninguna necesidad de esa actitud de prepotencia.

Misoginia (RAE): «Aversión u odio a las mujeres». Tampoco tiene palabra antónima, porque las mujeres no odiamos a los hombres, no por el solo hecho de ser hombres, como sí lo hacen los hombres misóginos.

Hembrismo y feminazi no existen en ningún diccionario. Son términos que atacan a las mujeres y al movimiento feminista, términos acuñados por el patriarcado, cuando se siente amenazado por un movimiento feminista fuerte y firme, como lo demostró el 7N. Resulta curioso que no admita palabras como «miembras» y que se critiquen desde la RAE guías de uso no sexista del lenguaje cuando, en realidad, este organismo es portavoz de insultos y ataques que pretenden atacar y ensuciar el trabajo del movimiento feminista.

Desde este humilde espacio exijo una explicación a estas afirmaciones, y que se aclare cuál es la verdadera raíz y significado de estas palabras despectivas. De paso, considero necesario que la RAE pida disculpas a todas las mujeres.