La incondicionalidad lleva consigo el peligro de la imprudencia, y en ámbitos tan vidriosos como el de internet conviene ser especialmente cauto. No lo ha sido Luis Goytisolo y ha eructado recientemente, con aire categórico y despiste mayúsculo, esta delirante inexactitud: «internet equivale al tránsito de la Edad Media a la Moderna en poco más de dos décadas». Inexactitud, primero, temporal, porque internet no ha vuelto del revés la sociedad en dos décadas ni en una, sino que le ha bastado un lustro. Durante los últimos cinco años, la utilidad práctica de internet se ha vuelto puramente residual, informática periférica para uso de profesionales y demás gente seria, colectivo que las multitudes gregarias van confinando en los arrabales de la vida; y sin embargo ha experimentado un crecimiento colosal, desorbitante y vertiginoso la utilización morbosa, degenerante y completamente inútil de la red.

No deja lugar a dudas el dato, aportado por acreditados análisis, de que más del 80 % de las búsquedas en internet se lo llevan el voyeurismo enfermizo y la cháchara intrascendente de la red social. Un dato descorazonador que nos conduce directamente a la cara conceptual de la inexactitud goytisoliana: internet no ha supuesto algo equivalente al paso de la Edad Media a la Moderna sino en minúsculas parcelas. En la mayor parte de su vasta extensión internet ha supuesto más bien un retorno al primitivismo del instinto, al trogloditismo de la irreflexión, de la indiferencia moral i del marasmo intelectual. Internet se usa hoy, casi exclusivamente „y conjuro por anticipado las calificaciones de pesimismo subrayando con énfasis el casi„, para satisfacer curiosidades insanas o, cuando menos, absolutamente banales. Internet sólo es herramienta para unos pocos, y el número va en descenso. La red, cada vez más visual y más apoyada por la creciente caterva de artilugios que se arriman a su órbita, produce adocenamiento social, y la sociedad adocenada es la presa favorita de la red. Una pescadilla que se muerde la cola; un bucle destructivo del que resulta cada vez más difícil salir.