Un modelo es «un esquema teórico, generalmente de forma matemática, de un sistema o de una realidad compleja que se elabora para facilitar su comprensión y el estudio de su comportamiento». Cierto es que el clima constituye una realidad muy compleja y desconocida, pero también es incuestionable que sus predicciones no son muy certeras. Cuando se ejecuta un modelo climático, se le dan unas condiciones concretas, un escenario. El escenario tiene en cuenta la posible evolución de variables como la población, el desarrollo económico o la eficiencia energética. Los escenarios A1 y A2 anuncian una evolución que provoca un mayor incremento de gases de invernadero y por tanto de temperatura que el B1 o el B2. Estos escenarios se aplican a los modelos de los distintos centros de investigación. No esperen que los resultados destaquen por su precisión. Más que el disparo certero de un francotirador, se asemejan al destrozo provocado por una recortada. El análisis de 15 modelos muestra que en un escenario agresivo como el A2, el incremento de temperaturas para el período 2080 - 2099 puede oscilar entre los 2,85 ºC del modelo del Meteorological Research Institute japonés y los 4,14 ºC, obtenidos al ejecutar el modelo del Institut Pierre Simon Laplace. Para un escenario más optimista como el B1, el rango de temperaturas varía desde los 1,69 a los 2,63. Ninguno de nosotros podrá comprobar cuál fue la evolución real, pero sí que podemos ver su ineficacia al reproducir las temperaturas del pasado: promedios para 1960-1979 desde menos 17,1 ºC a más de 2081. Esta oscilación casi cuadruplica el 1ºC estimado de aumento térmico desde la época preindustrial y que tanto revuelo ha provocado en la cumbre de París. No es «un ejemplar que por su perfección se debe seguir o imitar».