El sociólogo Zygmunt Bauman es el autor del concepto «modernidad líquida» para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la vertiginosa rapidez de los cambios ha conformado incertidumbre y debilitado los vínculos humanos. Precisamente, como líquida, o gaseosa, se puede definir a la Europa que ha pactado con Turquía una manera de solucionar la crisis de refugiados, es decir, devolver al país vecino a todo extranjero que llegue ilegalmente a las costas griegas, incluidos los sirios. La UE se compromete, a cambio, a permitir la entrada de un número de refugiados equivalente al de expulsiones.

El acuerdo, considerado como ilegal e ineficaz por diversas organizaciones (y por muchos diputados del Parlamento Europeo), incluye otras condiciones para Europa: aumentar los 3.000 millones destinados a Turquía para atender a los refugiados, eximir a sus ciudadanos de la necesidad de visado para viajar a la UE y avanzar en el proceso de adhesión comunitaria. Vamos, lo que se dice esconder el problema. Comprar la tranquilidad.

Pero el mito de Casandra sigue existiendo; la flor cortada „así la denomina el coro de la primera obra de La Orestiada (Esquilo)„ la joven y frágil extranjera que habla otra lengua, la que sabe y no es escuchada, la que denuncia el paisaje de la injustica, de la opresión y del exterminio que no hemos sido capaces de suprimir.

El personaje trágico dividido en familias enteras que han logrado saltar la valla del Mediterráneo, y se han topado con alambradas. Demasiadas imágenes bochornosas. Y las imágenes, como la de los niños muertos en la orilla del Egeo, están inquietando a la opinión pública, abriendo intolerancia (la ultraderecha siempre al acecho), pero también mucha solidaridad.

Por ello, lo mejor es el apagón informativo. He ahí la estrategia digna de burócratas e interesados mercaderes, ya que lo que ocurra en Turquía, o en Jordania, deja de ser noticia. Y lo que no es noticia no existe.

En fin, si los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo, duran; los que son líquidos, fluyen. Como ocurre a esta Europa, a esa sociedad de los recortes, cada vez más amurallada y que está olvidando su razón de ser. ¿Por qué la Unión Europea multa a los países que se saltan el déficit y no a los que se saltan los derechos humanos? Pues no, no los multa, se diluye, fluye con ellos.