Territorio, lengua y política van de la mano. Ahí está estos días, con el vendaval político que está cayendo, la presencia de los reyes en el VII Congreso Internacional de la Lengua Española en Puerto Rico. La clientela de 470 millones de hispanohablantes en el mundo habla por sí sola. Mueve un potencial de negocio e influencia que trata de gestionar el Instituto Cervantes, brazo armado en materia lingüística y cultural del Estado. La lengua puede tener vocación imperial o ser recurso identitario de las culturas minoritarias y amenazadas, como la nuestra.

La lengua es una cuestión sagrada. Mi lengua, mi gente, mi pueblo. Escandaliza cuando pretenden negociar con la lengua. Con el valenciano que hablamos tres cuartas partes de los habitantes de este país. Lo aprendimos de nuestros padres y en los pueblos donde nacimos. Se supone que los señores académicos de dos o más rebaños de otros tantos organismos, reales o plebeyos, van a aclarar en qué hablamos y si lo hacemos bien o mal. Con las lenguas, ni se negocia ni se pacta. Donde esté la filología, la historia, el conocimiento científico, la lógica y el trellat que nos habría de caracterizar, sobra todo acuerdo sobre lo evidente. Me indigna que en el puerto de Xàbia, que regenta la Generalitat, no sé qué empresas constructoras osan ofrecer 500.000 euros por un amarre destinado a embarcaciones de pesca. ¿Desde cuándo un puerto público se descuartiza y se somete a subasta o al comercio de intereses bastardos?

El respeto a la tierra, al ecosistema y a la lengua, es indisoluble. Se cometen atropellos, en aras a un hipotético progreso, con la configuración de la naturaleza. En Xàbia también se ha actuado sobre un paraje conocido como La Fontana, que no es otra cosa que un ramal del río Gorgos que desemboca en la playa del Arenal y en su día „hace millones de años„ la conformó. No bastaba la animalada del parador y de la casa del exministro de Hacienda franquista, Navarro Rubio. Las invasiones inmobiliarias de las zonas adyacentes provocan calamidades. Sobre las personas y sobre las edificaciones que han invadido el espacio fluvial que necesita el río para desaguar al mar. Cuando hay lluvias y avenidas extraordinarias, el ímpetu del agua se lleva por delante todo aquello que la constriñe. En justa represalia por invadir el espacio que tenía reservado para desmandarse respetando personas y cosas. La Naturaleza es como un libro sabio, que podemos leer, regalar, estudiar o aprovechar, pero que tenemos la obligación de dejarlo como lo encontramos para que las próximas generaciones puedan utilizarlo y transmitirlo.

El ecosistema y la lengua van unidos. Los debemos preservar si creemos posible un pueblo nuevo. Europa, y también España, necesitan al País Valenciano como es. El 13 de junio de 1970 publiqué unas reflexiones en el semanario Destino sobre las vicisitudes del libro en el País Valenciano „la Comunitat Valenciana era non nata. Se trataba de analizar, como ahora, la situación crítica y hasta angustiosa de la cultura valenciana. Y añadía: «Repito: cultura valenciana. Y no cultura catalana en el País Valenciano». Desde entonces, han pasado muchas cosas en estos 46 años. La degeneración de los temas culturales y del tratamiento de la naturaleza de la lengua valenciana. La llamada batalla de Valencia fue un instrumento del mal. Hacer política para enfrentar a hermanos, amigos y vecinos es la zafia táctica que ejercen mentes perversas. Sin medir las consecuencias de un conflicto civil.

Se puede recuperar lo perdido. Poco a poco. La Comunitat Valenciana, gobernada en coalición, intenta maniobrar para desembarrancar la nave. Los enemigos no duermen y disparan a dar. Son herederos de la peor estirpe. Siguen en las entrañas de las entidades, en las instituciones y en el propio cuerpo funcionarial. Gobernar exige limpiar y desatascar. Constituye un deber indeclinable dar ejemplo a quienes esperan buen gobierno y justicia. La resolución de la eventual discrepancia entre la Real Academia de Cultura Valenciana y la Acadèmia Valenciana de la Llengua, es estéril e innecesaria. Sobre la lengua, los valencianos hemos convenido y aceptado democráticamente que sólo hay una norma válida, la de la AVL. La paz y la reconciliación van implícitas. Sobre la cultura „que es la que es„ queda tanto por hacer que cualquier aportación desinteresada es valiosa y enriquecedora. Con la lengua y el ecosistema no se pacta. Los respetamos o permanecemos anclados en la sinrazón.