En el año 1829 se heló el río Ebro en la ciudad de Tortosa, el invierno fue muy crudo en esta localidad del SW de Cataluña. Las temperaturas mínimas inferiores a los -9ºC son el umbral superior para que se hiele un río según Claude Flammarion, en su libro «La atmósfera». No obstante las temperaturas no son el único parámetro meteorológico que influye en la formación del hielo en un curso fluvial. La baja humedad y especialmente la velocidad elevada del viento pueden hacer que con temperaturas mínimas más altas se hiele el río. Así se ha observado en diferentes localidades cercanas a la costa de la Península Ibérica. En estos lugares con temperaturas mínimas positivas se helaban las balsas, debido a que la humedad relativa era muy baja y el viento era moderado. Es el caso de la zona del delta del Llobregat donde desciende durante muchas noches invernales un viento catabático que provoca la helada de las balsas con temperaturas positivas. En cambio según una persona aficionada a la meteorología de Baviera, en el sur de Alemania, las temperaturas mínimas bajas en este invierno 2015-2016 no han provocado la congelación de los cursos fluviales en su zona.