Con el tiempo de las cerezas llega también el de los acuerdos. Decía Gracián que el primer paso de la arrogancia es presumir de saber y que para evitarlo no hay que ponerse del lado malo del argumento cuando tu oponente lo haya hecho en el bueno. Parece como si en el tema de los pactos no se aceptara la oportunidad de quien se sitúa en el centro del planteamiento cuando transversalmente se intenta lo mismo. Para negociar un acuerdo hay que tener en cuenta la audacia, pero también la prudencia y decantarse exclusivamente por la primera supone ignorar el riesgo de no alcanzar algún tipo de pacto que anticipe el cambio que se ambiciona.

Es cierto que tras las pasadas elecciones el pasado ya acabó y hay que adaptarse a convivir con las opciones emergentes. Las convocatorias del 15M expresaron una voluntad de participación, no de exclusión, que se confirma con los resultados del 20D, y se muestra visible con la irrupción de una voluntad juvenil, en género, gestos, atuendos y discursos que recuerdan, casi cincuenta años más tarde, a los del mayo del 68. También lo es que, como Beatriz S. Olandía afirma al referirse recientemente a los «illuminati» del periodismo que lo quieren todo y lo quieren ya, que un paralelismo análogo puede encontrase en ciertas actitudes políticas.

En cualquier caso, la indignación estaba generalizada ante el desfase creciente entre quienes más tienen, sobres, sobresueldos, bonus y pluses, y quienes más necesitan. Mientras, los políticos al uso se desentendían, cuando no eran parte, del problema y la desconfianza en general crecía. La democracia veía subvertir el sistema. La política apenas servía para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, y de sus hijos, y de las generaciones venideras, y venía a asegurar a los privilegiados un futuro confortable con puestos bien remunerados, consideración social y recolocaciones posteriores.

Pero las cosas ya no volverán a ser como antes. Seguro que desde diferentes instancias se intentará, pero los acontecimientos actuales condicionan el futuro. El propio sistema debe aceptar que los tiempos han cambiado, que las reglas son otras y que las desigualdades actuales son inadmisibles. Todos debemos vivir de acuerdo con las posibilidades del conjunto del tejido social, sin que ello suponga limitar la capacidad de iniciativa. Los políticos que se instalen en el mañana de todos, serán«los primeros en comprobarlo. "Too many laws, too few examples», demasiadas leyes, demasiados pocos ejemplos, se puede leer en la pared de una de las calles, Davies, de Londres. Lo mismo podría leerse en una cualquiera de nuestra ciudad. El tiempo de la floración ha comenzado, falta el de los acuerdos.