Todos especulan para ir a las elecciones que tendrán sorpresa. A Mariano Rajoy no le gustaban las soluciones a la valenciana y ahora es Pedro Sánchez quien no admite la «entesa» a la valenciana que distancia a Ximo Puig y al PSPV del PSOE. ¿Estamos ante la gestación de un partido de centro-izquierda de plena obediencia valenciana? Como le pasaba a la CEDA de Gil Robles con la Derecha Regional Valenciana de Luís Lucia. La propaganda electoral de los gilroblistas de Madrid en 1932-36 iba a la basura y era sustituida por la de los demócrata-cristianos valencianos de Lucia, Maldonado y Villalonga. La problemática no cambia de la efervescencia previa a la guerra civil a la eclosión del bipartidismo (PP-PSOE) y a los pactos de la España plural a la que vamos.

Si en el Consell quieren resolver la financiación de la Comunitat Valenciana, tema crucial, tendrán que movilizar a la opinión pública y sacarla a la calle para manifestar su indignación frente a las fuerzas políticas que no asuman este compromiso. Es el momento de arrancar una promesa de los partidos a los electores: ahora o nunca. Quien no esté a la altura del desafío, que pague con lo que más les duele, con votos. El reto no proviene únicamente de la derecha sino también por la izquierda. La reciente alianza preconcebida entre Podemos e Izquierda Unida, lejos de alejar esta desavenencia, la amplifica porque el País Valenciano está clasificado como Levante Feliz. Para Mariano Rajoy y su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, somos la «Arcadia Feliz» donde los suyos lo despilfarraron todo y ahora hemos de ser todos los valencianos quienes paguemos lo que arrasaron sus compinches. Tópico ancestral que estigmatiza a una población de ascendencia fenicia, con raíz rural, en tensión industrial, con vocación competitiva, de naturaleza muelle, que acepta el destino, con lengua y cultura propias y se amolda a ser de lo que toca. ¿De dónde provienen los males? De nuestro talante resignado y dúctil. Disponemos de Ópera, Bolsa de Valores y Marina Real pero lo debemos todo. Alguien se lo gastó por nosotros. Tenemos dos marrones en el Consorcio del Puerto, herencia de la nefasta Copa del América y en Feria Valencia. En el Consorcio de la Marina Real ya se ha producido la sustitución de los agentes que la condujeron al desastre financiero. Vicent Llorens, el nuevo gerente, tiene la patata caliente en su mochila. La Feria, pendiente de la acción de los tribunales, enfrenta su transformación a ente público de gestión privada en una pirueta estratégica. La Feria no vuelve a ser privada porque jamás lo fue. La iniciativa privada, siendo corresponsable, es incapaz de parir semejante monstruo. La Generalitat asumirá los avales y el Ayuntamiento conserva el emplazamiento y la infraestructura.

Las consecuencias de las elecciones generales del 26-J no van a ser las mismas para los valencianos que para el resto de españoles. El mosaico de las distintas partes del Estado español nunca había emergido con la disparidad actual. La Comunitat Valenciana es la avanzadilla, precursora de lo que, tarde o temprano, terminará por suceder en España. El pacto a la valenciana que tanto preocupa al ciudadano Rajoy, es un soplo de aire fresco en la escena política. Es la ocasión de que el País Valenciano consiga blindar las oportunidades del territorio, cuando parte de las mazmorras donde lo situó el Partido Popular desde 1995.

Hay acontecimientos que marcan la espera hasta la apertura de las urnas el 26 de junio. El Partido Popular de la CV seguirá en caída libre por sus luchas internas y a consecuencia de la corrupción que queda por destapar. Por el ala progresista la estrategia de alianzas se proyecta hacia la repetición del pacto de gobierno autonómico: PSPV y Compromís con el respaldo de Podemos. Inquieta a PP, PSOE y Ciudadanos trasladar este equilibrio de poderes al escenario español. Izquierda Unida reclamará su parte del pastel. Compromís y su socio de referencia el Bloc Nacionalista Valencià, no se dejarán torear como en el anterior desenlace electoral, con resultado de negación para lograr grupo parlamentario valenciano en el Congreso. La misma reticencia tiene la Marea gallega de José M. Beirás («De ahí no paso») o el partido econacionalista Balear, Més, para afluir a Podemos. La «entesa» valenciana levanta ampollas y resistencia. La avalancha andaluza que sube por Despeñaperros, Susana Díaz, sigue empeñada en que se hará lo mejor para España. ¿La España de quién, la suya, la nuestra?