La enseñanza concertada, en estos momentos, tiene un problema grave en la Comunitat Valenciana. Esta es la denuncia de Escuelas Católicas: «La Administración propone cerrar e impide la creación de unidades concertadas, a cuya financiación con fondos públicos tienen derecho, so pretexto de la baja demografía o las vacantes existentes. Al mismo tiempo, crea más de 400 nuevas unidades en la enseñanza pública, incrementando el gasto, en lo que parece un intento de eliminar la libre elección de las familias, para conformar, al final, un planteamiento educativo único y público». Las cifras de supresión de aulas en la concertada, por distintas razones, han variado, pero no la intención de fondo. El pacto a la valenciana quiere arrasar con la concertada. Recuerdan la «barra libre».

No se trata solamente del cierre de unas pocas aulas. Tenemos que ser conscientes del peligro que corre a largo plazo la libertad de enseñanza y los centros concertados. Los actuales mandatarios de la avenida Campanar no han engañado a nadie. En su planificación se contempla vaciar poco a poco las aulas de la concertada y trasvasar a la pública el alumnado. Si los votos y el tiempo se lo permiten, ejecutarán esta especie de holocausto de la libertad de enseñanza. La decisión final está tomada y los trenes ya están en marcha. Así de claro y sin paliativos. Ellos llevan el sectarismo en su ADN, y por sistema no creen en la libertad, ni en la democracia. En todo caso, se sirven de ambas para lograr sus objetivos. Estamos ante una izquierda aparentemente moderna, que sabe venderse bien, pero en el fondo es bastante obsoleta y ortodoxa. Remake del siglo XIX. Arrasar con la concertada forma parte de su credo atávico. Toque de difuntos en Campanar. El entierro de la libertad de enseñanza está a la vuelta de la esquina.

Este año son equis aulas el año que viene más y así sucesivamente. La jugada es muy inteligente, ya que en Campanar el partido socialista está de oyente. A mis amigos sociatas se lo repito con frecuencia: el proceso de fagocitación es imparable. A la vuelta de las elecciones de junio, según el resultado de las mismas, cuando unos pocos meses después se vuelvan a convocar elecciones autonómicas, quedarán Ximo Puig y cuatro más. Son más listos. Han llegado al poder para quedarse, y para eso necesitan evacuar o servirse del PSPV. Han madurado durante meses estrategias sutiles para llevar a cabo sus objetivos. En cualquier caso, ahora que mandan, no nos equivoquemos, ya no son dos redes complementarias, la pública y la concertada, sino la una subsidiaria de la otra. En otros términos, la concertada esclava, sumisa y callada. Y los problemas y las pérdidas de puestos de trabajo lo pondrán en la cuenta del debe del PSOE, que por eso pilota el Pacte del Botànic.

Pero no olvidemos que la historia empieza con la nefasta acción de gobierno del Partido Popular en la Comunitat Valenciana. En concreto, en lo que respecta a la enseñanza, la anterior inquilina de Campanar, más preocupada por su promoción política, que por gestionar inteligentemente este sector, es la responsable. Su acción ejecutiva puso en bandeja la solución a los actuales mandatarios, para ejecutar, con absoluta frialdad, sus designios mesiánicos.