En medio de la confusión creada por el gran desertor del centro y por el falso redentor planetario „los amigos de hecho Mariano y Pablo„ me gusta el lema positivo de mi partido, el PSOE, y de mi candidato, Pedro Sánchez, convocando a los españoles a refrendar con un gran sí las esperanzas de cambio. Esta democracia nuestra, tan imperfecta como quieran pero levantada con la lucha y el esfuerzo de millones de españoles, está pinzada. PP y Podemos son los artífices. El autor del libreto, Julio Anguita, subió a escena y se fundió en un abrazo con el actor principal de la representación, Pablo Iglesias. Ya sabemos de dónde le viene a Iglesias su cariño hacia todo lo que huele a socialista. No sabe que volver a soñar el sueño de otro, un sueño caducado, proyecta sobre la sociedad la pesadilla del anticambio.

Por eso está Mariano tranquilo, porque sabe que el líder de Podemos nunca quiso de verdad un Gobierno a la valenciana. Porque en la Comunitat Valenciana sí funciona un cambio que elimina privilegios y devuelve derechos a las personas. Sólo hay que ver el berrinche que tienen Bonig y los suyos. Acostumbrados a la política más rancia del ordeno y mando, en el PP no entienden que la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia, entre otras instituciones, funcionen bien gracias al entendimiento de PSPV-PSOE, Compromís y Podemos. Ahora, en la contienda electoral, lícito será que cada partido subraye su especial atractivo, su singularidad. Pero estos últimos cuatro meses han puesto de manifiesto que para alumbrar el cambio estatal serán necesarias no pocas dosis de madurez, talante negociador y generosidad. Poner a las personas, no a las aspiraciones de partido, en primer lugar, abrirá el camino.

En las últimas semanas he recibido muestras de que son muchos los que esta vez apoyarán al PSOE porque quieren asegurar el cambio. En una semana tras el 26J puede haber nuevo gobierno. Los parados de larga duración, las mujeres discriminadas o sin trabajo, los jóvenes desempleados, los dependientes, las comunidades autónomas infrafinanciadas no pueden esperar más, no quieren excusas fundamentalistas ni la reedición de experimentos caducados. Por eso me gusta el lema de mi partido, porque no es un lema partidista, es un refrendo positivo. Me gusta decir, con humildad y esperanza, «Sí al cambio».