Siendo inusual en la contemplación televisiva -quince años sin conectar con ella- rabié al encontrarme de sopetón en una sosegada sobremesa de junio, en casa de amigos, el spot publicitario que pide ayuda crematística a los televidentes para poder dar de comer a muchos niños que en época vacacional no podrán hacerlo al no estar las escuelas abiertas. Indignante. ¿Cómo es posible que España, en el año dos mil dieciséis, consienta esto?

La crispación ante el anuncio es bicéfala; por una parte debida al inadmisible desparpajo de publicitar algo que debiera ser inherente a las obligaciones gubernamentales, de aquellos y aquellas que están contratados por el pueblo para solventar sus problemas básicos, ante todo y sobre todo. Y por otro lado al comprobar el desastroso estado en que se halla una sociedad históricamente integrada en el orbe económicamente consolidado. ¿España es tan pobre como para dejar sin alimentar a sus niños y niñas en verano? ¿Y esos miles de millones de euros robados? ¿O es que interesa que seamos pobres para convertirnos en mendicantes de Europa y acceder a las multimillonarias donaciones del Fondo Europeo que siempre se pierden entre intermediarios? Los y las que no somos políticos ni prestigiosos empresarios y que vivimos en España sabemos de sus valiosas posesiones; idílicas condiciones geográficas, paradisíacas diversidades culturales y enjundias sociales que en nada son míseras. España es el sueño de muchos europeos y europeas ¿Por qué transformarnos en tercermundistas con la crueldad que tal denominación abarca en su semántica? ¿A qué esperamos para que esto no suceda? ¿Qué hacen los iluminados gestores de nuestros bienes patrimoniales? ¿Cómo aceptar ese alarmante estado de penuria en la que niños y niñas no coman? Cuanta desvergüenza y que pena.

Para más inri, con toda la cara del mundo difunden, como si tal cosa, un anuncio para subsanar lo que es inherente obligación de las instituciones y de inapelable cumplimiento por los y las que nos representan. En pleno siglo veintiuno España - ¡España, señores y señoras!- España; le pide al pueblo aportaciones particulares para cumplimentar necesidades generadas por robos gubernamentales y así evitar que la infancia no pase hambre en verano. Empresarialmente, este método es un chollo; primero generas déficit que los y las demás sufren para que después los auxilios lleguen a las arcas del rector. Pero como todo o casi todo está inventado nada tan obvio como tomar la salomónica sentencia de que si los que tiene que dedicarse a la prosperidad nacional no son competentes pues que se dediquen a otra cosa.

En cualquier trabajo te lo dicen bien clarito: ¡A la puta calle! Que los niños y niñas no puedan comer es bandolerismo triste y vergonzante para este glorioso país -per se- potencia ganadera, agrícola y pesquera, de intensidad y osadía cultural, tenaz y legendario en industria; un país reidor y apasionado donde los haya. Cuanta pesadumbre nos invade ante la desbordada manipulación en la que los indefensos son mercancía. "Uno de los ejércitos más singulares de la historia fue el que se formó en 1212, cuando unos 70.000 niños se alistaron para marchar a Tierra Santa, con el objetivo de recuperar el Santo Sepulcro. Todos fueron engañados por los adultos que los acompañaban€ Los niños fueron vendidos como esclavos, siendo obligados a trabajar sin descanso o a nutrir los harenes€ "Cruzada de los Niños". ("¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar" de Jesús Hernández). P.D.: Frente a la ineptitud: Instrucción.