Recurrir al miedo o a la utilidad para conseguir algo de otros (que te voten en unas elecciones, por ejemplo) es siempre un débil y pésimo argumento. En realidad, ni siquiera es un argumento. Es, en primer lugar, un recurso reactivo y nunca un fin, sino un medio. Es reactivo porque es directamente un no al otro, una negación que no surge de una afirmación previa de uno mismo, y un medio porque no tiene objetivos propios. Con frecuencia, además, el miedo y la utilidad esconden una mentira: vistas las penurias económicas, sociales, y culturales que arrastramos por lo hecho y no hecho en el pasado inmediato, uno no ve, por ejemplo, la utilidad para los valencianos de un nuevo gobierno del PP (¿qué más quieren hacernos?). De ahí que, y también por ejemplo, es mucho mayor el miedo que uno puede imaginar (el miedo es fruto de la imaginación) para un próximo futuro cuando escucha a Isabel Bonig, la Margaret Thatcher y dama de hierro de la Vall dÚixò, afirmar que cada vez se ve más cerca de la Presidencia de la Generalitat.

Finalmente, recurrir al miedo y a la utilidad encierra con frecuencia un insulto envuelto en el celofán de una supuesta sensatez. Cuando uno recurre al miedo presupone que el otro es un cobarde, cuando a la utilidad que cualquier otra opción sirve para menos o para nada y que, por tanto, sería una imbecilidad. En fin, pero sin embargo: que el miedo y la supuesta utilidad sea una mierda argumentativa pinchada en un palo discursivo no significa que no rinda réditos políticos. ¡Fíjense en los resultados electorales y cómo hemos evitado un gobierno de radicales insensatos extremistas antisistema y comunistas venezolanos! Tanto es así que el PPCV, o sea, el de aquí, ya tiene la receta para 2019: dos cucharadas de qué inútil es votar a Ciudadanos, más dos cucharadas de qué miedo que vienen los antisistema y una pizca de qué susto con los socialistas destructores de empleo. En la parte positiva o pragramática de la receta, si el miedo, el susto y la inutilidad eran la guarnición ¿cuál será el plato fuerte? Lo han dicho ya: ni más ni menos que un valencianismo moderno como elemento nuclear. ¡Vaya por dios! ¿Y por qué podrán ocuparse en ese «valencianismo moderno», que como su nombre indica no es el antiguo? Fácil: ya no tendrán que ocuparse de la corrupción porque ya pagaron por ella. ¡Vaya otra vez por dios!

* Gracias don Antonio por las plegarias atendidas.

* Como ven, además de los muchos problemas que seguimos teniendo y de los que nadie habla, tenemos un problema con las palabras: qué querrá decir «valencianismo moderno»; qué significará «haber pagado por la corrupción» o qué sentido tendrán esas letanías de la «sensatez», «sentido común», «moderación», «radicalismo», «comunismo», «antisistema"» «constitucionalistas», «libertad», «centralidad», «utilidad», «socialdemocracia» y etcétera.