La sequía y el aburrimiento siguen azotando el sudeste español, mientras el resto de España se ve beneficiado y perjudicado a partes iguales por tormentas y granizadas. La atonía es grande, el calor, contenido por lo general, con algún que otro ramalazo de vez en cuando. Todo ello me obliga a hablar de otras cosas sobre las que, como siempre, voy a dar una opinión. Hoy creo necesario hablar de los profesores asociados, una categoría profesional que se ha extendido por la universidad española y que está sosteniendo su crecimiento a precio de risa. Una figura que se inventó para que los buenos profesionales de determinadas disciplinas, Derecho o Medicina por ejemplo, impartieran docencia sin perder el contacto con su profesión, a cambio de una modesta compensación económica. La idea era buena, una mayoría de profesores de plena dedicación más teóricos y unos pocos asociados capaces de transmitir conocimientos más prácticos. No obstante, como otras cosas, se ha acabado utilizando mal. Hace ya años, con la LOU „y lo sé por experiencia„ ya se convirtió en una puerta falsa para entrar en la Universidad desde la situación de becario de investigación, cuando se decidió que no interesaba crear figuras más temporales pero mejor remuneradas, como las ayudantías, y con más probabilidades de alcanzar una vinculación más definitiva con estos «centros del saber». Recuerdo lo que me costaba explicar que era profesor de universidad pero, como «falso» asociado, tenía un sueldo de miseria y dependía de mi cónyuge para subsistir. La Universidad trató de evitar estas situaciones y es más exigente ahora con que los asociados tengan «de verdad» un trabajo externo, pero sigue alimentando situaciones sangrantes en las que se acaba casi pagando por trabajar. Mientras tanto, cientos de becarios de investigación terminan sus becas en la Universidad en la calle, con expedientes que los hubieran hecho catedráticos e incluso rectores hace 40 años. La edad media de los profesores universitarios va subiendo de forma imparable porque no hay relevo generacional, aunque sea muy competitivo en precio, que, al fin y al cabo, es lo importante. ¿No?