La semana pasada asistí, como cada dos años, al Congreso de la Asociación Española de Climatología. Si el tiempo y/o clima es su dedicación, pasión y afición no duden en inscribirse „www.aeclim.org„. Celebrado en Alicante, fue todo un éxito de organización. Aunque no deja de ser digno de elogio y así lo subrayo, no resultó una sorpresa y menos para mí que, a pesar de que dejar mi Castellón natal para estudiar en Valencia, no tengo mi segunda casa académica a orillas del Turia sino a los pies de la mole del Benacantil.

Desde el punto de vista científico, mi satisfacción no es menor. Después de una preocupante tendencia en los últimos encuentros, los climatólogos se han decidido por estudiar el clima presente y han abandonado el análisis de las salidas de los modelos, que nos dicen qué va a ocurrir y frecuentemente no acontece. Otra afortunada característica es la variedad temática, espacial y temporal. Al lógico dominio del ámbito nacional, hemos de añadir estudios globales y localizaciones más lejanas, en especial de colegas sudamericanos: Méjico, Chile, Brasil o Ecuador. Lluvia y temperatura fueron las variables estrella. No en vano son las fundamentales, pero no faltaron interesantes estudios sobre afecciones hospitalarias, evapotranspiración, viento, nubes, radiación solar, caudales, infiltración, nivel del mar y oleaje „analizados por su tendencia„, variabilidad, extremos y sus relaciones con tipos de tiempo e índices de circulación. Una de las cuatro ponencias versó sobre el clima y el turismo, todavía nuestro sector económico fundamental y que, con la ciencia ninguneada, me temo que lo seguirá siendo durante mucho tiempo. Llamativo es un buen número de estudios de isla de calor, en una ciencia convencida que vivimos ya el cambio climático.