Muchas organizaciones no serían viables sin el impulso, en un momento dado, de una persona que, cargando sobre sus hombros el peso de decisiones trascendentales, impulse sus ideas al terreno de la realidad. Vaya este inicio como homenaje a lo que Susana Díez representó para el nacimiento de UPyD, una de las formaciones con una conducta ética ejemplar en su escaso tiempo de vida; para Felipe González, que supo aupar a la vieja organización del PSOE y ganar la confianza de un electorado sin tradición democrática, para abrirse a Europa y al mundo; y para agradecer a Pablo Iglesias, que prestigió al movimiento del 15 M y consiguió que la indignación de jóvenes, parados y pensionistas cristalizara en unas nuevas siglas electorales. Proclamo mi admiración por esos tres personajes en su momento. No obstante quisiera reflexionar sobre lo que han hecho o hacen por las organizaciones que crearon o reinventaron.

Díez no supo, o no quiso, entender que a su sombra había crecido en Cataluña una organización que, como ella, buscaba un nuevo espacio entre las dos opciones de la alternancia de poderes y su afán de protagonismo le empujó a satanizar a sus seguidores que pretendían pactar con Ciudadanos y con eso selló el fin de UPyD. González, desde que piensa como vive, le ha hecho un flaco favor a su partido al alentar a sus barones a defender sus privilegios, desde la atalaya de los consejos de administración y despachos de grandes empresas en que se sientan sus exministros, y entregar el gobierno Mariano Rajoy. En política todas las opiniones son respetables, pero defenestrar a un secretario general elegido por las bases con triquiñuelas legalistas y esconder las propuestas bajo la disciplina de partido es algo que enterrará al PSOE, especialmente si se toman medidas disciplinarias y se margina a quienes votaron en conciencia.

En cuanto a Iglesias, produce un enorme bochorno que justifique a sus correligionarios en cualquier actuación, por injustificable que sea, y todavía más que aúpe su acción parlamentaria sobre el vedetismo altisonante en lugar de promover acciones para proteger los derechos de parados, titulados que han tenido que emigrar o pensionistas a los que se saquea con repagos y pérdida de poder adquisitivo a través de subidas de servicios básicos.

¿Será que el impulso de creación lleva en sí mismo el de destrucción de una obra que se pretende propia en lugar de legarla a quienes fueran en su día sus destinatarios? Corren malos tiempos para el país y para la ética, confiemos que esto mueva a las bases de los partidos a buscar nuevas formas de organización lejos de paternalismos destructores