Empiezo el año como un conductor ebrio empotrado de nuevo en el muro metafórico de Viveros y así, recalcitrante, compruebo con despreocupación el proceso de desustanciación al que está sometido el Partido Popular en nuestra tierra y, de la misma manera que por estas fechas en los periódicos se ofrecen resúmenes de lo hecho en el año transcurrido y de lo por hacer, uno podría (si tuviera paciencia) hacer una lista de los «poquitos» que ha hecho la oposición. Efectivamente: han sido capaces de aunar de manera milagrosa una inacción que les conduce al muro de la inexistencia con la crítica pequeña, sin aliento, mezquina, encogida. Parece que como no pueden sacar pecho porque tienen que cubrirse las espaldas (deudas que afloran, juicios que esperan, un pasado pesado), su vuelo no excede el ala, sino que planea a ras de suelo, alicorto. Algunos ejemplos.

Dice Ximo Puig, en su mensaje de Fin de Año, que «aún nos queda casi todo por hacer» (lo que, francamente, es cierto), y salta la Bonig afirmando que el president «reconoce que tras dos años no ha hecho nada por sus ciudadanos», lo que resulta manifiestamente falso: no se da en el discurso ese reconocimiento y la interpretación de la frase en cuestión es torticera (de patatas). Y cuando no es la Bonig son las chicas del coro, es la Clemente en el Divalterra de los gin tonics donde no hubo judicialmente nada, o Eva Ortiz acusando a Oltra de no respetar las libertades y el trabajo de la oposición, o Amparo Folgado en Torrent midiendo el tamaño de la Cabalgata, o San Segundo poquihaciendo yo qué sé. No sé. Está la plaza del Ayuntamiento que pega un «esclafit» y llega el cuentabombillas de turno hablándonos de la «plaza del apagón» (parece que con Rita aquello fue el Año de las Luces). Están como hormiguitas japonesas en huelga pidiendo papeles y más papeles, batiendo récords, pidiendo información que saben que el Consell no tiene, o que pertenece a «su época», o que no puede y eso les permite ir aplicadamente a los tribunales en busca de sentencias y acusar de falta de transparencia. Y qué me dicen de la pieza a batir, Giuseppe Grezzi, el concejal de Movilidad Sostenible que está llevando a cabo un proceso de pacificación viaria, peatonalización imprescindible y extensión significativa del carril bici: pues al hombre lo traen frito las fuerzas vivas del Mercat y lo emparrillan en las cartas al director. Ahora, que lo han pillado, como a Parejo tomándose una copa, grabando un video mientras conducía la bicicleta por el carril de Guillem de Castro, pues ya tienen a Luis Salom a la guitarra en la denuncia, a Alberto Mendoza en la batería exigiéndole la dimisión y a Narciso Estellés, del C´s en los teclados llamándole «dictador del pedal» y pidiendo la dimisión por falta de ejemplaridad. Ala, pues, a por ellos: oe, oe, oe.