Un cerebro más grande y con una capacidad más elevada de aprendizaje puede afrontar el cambio climático con un mayor índice de éxito. Las especies de pájaros que viven en ambientes variables presentan un cerebro más grande en comparación con la medida del cuerpo que los que viven en lugares de mayor estabilidad natural. Tras analizar las cavidades craneales de casi 5.000 pájaros de 1.200 especies disponibles en colecciones de museos de todo el mundo, este es uno de los resultados de un estudio elaborado por investigadores del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) y el CSIC, quienes también han utilizado datos de satélite para evaluar la estabilidad de los ambientes.

Un tamaño cerebral mayor permite a las aves protegerse de los cambios que se producen en su entorno, como es el caso de las dificultades para conseguir alimento o materiales para construirse refugios donde evitar los depredadores. La capacidad de aprendizaje facilita el desarrollo de nuevos comportamientos. El investigador Daniel Sol, coautor de este trabajo publicado en Nature Communications, asegura que un ejemplo de cómo el cerebro protege de los cambios en el entorno es el ser humano. «Nuestro cerebro es considerablemente grande para un primate de nuestra medida y esa característica nos da la inteligencia necesaria para vivir en los ambientes más extremos del planeta como los desiertos o las regiones polares», argumenta el científico.