En varias ocasiones, como buen gallego, Mariano Rajoy ha manifestado su afición por la lluvia que le sirve al mismo tiempo para evadir cualquier pregunta que considera incómoda. Es cierto que la lluvia moderada siempre es bienvenida pero cuando afirmamos «con la que está cayendo» utilizamos la lluvia como metáfora de una situación muy complicada.

La Europa occidental salida de la II Guerra Mundial, apoyada económica y financieramente por Estados Unidos, orientada a la producción y al consumo con el libre cambio como meta y asentada en los pilares de la democracia cristiana y de la social democracia para construir el estado de bienestar, parece que ha llegado a su fin. Creció y se desarrolló entre dos bloques antagónicos, un mundo entonces bipolar, en donde Europa Occidental y su modelo de vida y desarrollo fue a la vez garantía de influencia y de cooperación del bloque liderado por los estadounidenses a través de los organismos multilaterales tanto económicos como de defensa.

La desaparición de la Unión Soviética con la nueva Rusia como importante potencia nuclear, la entrada de China en la primera fila del escenario mundial, el agravamiento de la situación en Oriente Medio y en el norte de África y el impagable aporte del liberalismo financiero a la crisis económica europea, han provocado no solo enormes contradicciones que dificultan el ejercicio limpio de la democracia, sino la necesidad de rediseñar y entender los nuevos equilibrios geoestratégicos a nivel mundial. Valga un ejemplo: la aparición de Donald Trump enarbolando la bandera del proteccionismo y dando por finiquitados los tratados comerciales multilaterales han sido hasta ahora bandera de los movimientos de izquierda antiglobalización. Otro ejemplo: un país comunista y no democrático como China, ha predicado los beneficios de la globalización y del libre cambio en el último Foro de Davos.

Mientras todo esto está ocurriendo y la nueva diplomacia de Trump afirma el inminente hundimiento del euro y la descomposición de la Unión Europea, los políticos españoles con Rajoy a la cabeza siguen sin dar explicaciones ni adoptar una posición sobre la situación actual de un país hermano como México con el que tenemos importantes vínculos históricos, económicos y culturales que se extienden hacia el sur a toda la comunidad hispanoamericana y que parece ser la primera ficha del dominó.

De manera por ahora incruenta, el tablero mundial está en una profunda transformación con nuevos actores y nuevas formas de entender lo que proporciona los equilibrios: la economía y la defensa. La opinión pública española necesita saber y entender los sacrificios que necesariamente va a tener que afrontar. En un futuro muy próximo, el empleo, las pensiones, la educación, la sanidad y el grado de bienestar, entre otras cosas, van a depender de cómo quede Europa y España en la nueva situación. Necesitamos con urgencia políticos de altura y no solo capaces de anunciar lluvia con la que está cayendo.