La física cuántica es la ciencia que estudia los fenómenos desde la totalidad de las posibilidades. Incluso, o sobre todo, de las que no han existido. Aplicado este principio a la Política, los resultados son espectaculares. Nunca sabremos qué habría ocurrido si Pablo Iglesias hubiera apoyado a Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, pero sobre esta posibilidad que nunca ocurrió bascula toda nuestra realidad desde hace más de un año.

De aquel gobierno non nato se pasó a la liquidación de Sánchez dentro del propio PSOE. Sus verdugos lo creyeron muerto. Pero ahora Pedro no sólo vuelve, sino que tiene todas las probabilidades de ganar. Los socialistas valencianos lo saben bien: José Luis Ábalos, su apoyo aquí, no ha perdido una carrera en su vida.

Quizá Pedro Sánchez no sea tan radical como aparenta, pero aquella defenestración lo arrojó en el manto rojo como quien abraza un aro salvavidas. El exsecretario ha pasado de desear tarde y mal un pacto con Podemos, en la famosa entrevista con Évole, a ir directamente a por este electorado. Ha hecho de la necesidad virtud y su objetivo ahora es la izquierda. No la socialdemocacia: la izquierda.

En este bucle melancólico en el que se encuentra España, Sánchez se ha encontrado inesperadamente con otro factor favorable, la caida de Íñigo Errejón, paradójicamente el dirigente de Podemos con el que mantenía más sintonía ideológica. Sin Íñigo, hay sitio en dirección a Podemos, sobre todo, a la vista de la deriva marginal del pablismo.

Los militantes morados más autocríticos lo saben bien: del medio millón de inscritos en el partido, votaron 150.000 en la asamblea de Vistalegre. Si en las urnas se confirma esta deserción, los cinco millones de votos se quedarán en dos. A por esos tres millones de partículas en forma de papeletas va directo Pedro Sánchez. Y que la política cuántica reparta suerte.