Desde que se instaló en el poder valenciano la confluencia PSOE-Compromís se vienen anunciando puntualmente medidas para hacer ver que el Museo de Bellas Artes de València tiene una inercia distinta a su anterior etapa. Sin embargo, lo que percibimos algunos ciudadanos interesados y conocedores de la cultura de nuestra ciudad es que es un barco que zozobra, que no consigue orientarse y que cada día que pasa las medidas que se van adoptando resultan más difíciles de comprender y, sobre todo, de permitir visibilizar un Museo de Bellas Artes de reconocido prestigio internacional.

Prueba de lo que venimos diciendo es que hace unos días se convocó una jornada con dos mesas redondas encabezadas por el secretario autonómico de Cultura y la directora general de Cultura y Patrimonio. Esta última anunció una nueva forma de ser gestionado, con iniciativas como un borrador de estatuto del museo, un nuevo plan museológico, una campaña de restauración de esculturas, restauración de pinturas a partir del programa museístico, reformulación del proyecto editorial, un programa de exposiciones temporales y una política de compra de obras de arte. Además del incremento del presupuesto propio en un 70 %.

Las dos mesas tuvieron por objeto determinar la propuesta para el Ministerio de Cultura con el objetivo de aumentar la autonomía del Museo de Bellas Artes desde el punto de vista jurídico, así como establecer el plan museológico. El modelo institucional fue debatido por representantes de la Real Academia de San Carlos, del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat Valenciana. Mientras que para discutir sobre el futuro del plan museológico del Museo de Bellas Artes de València se contó con los exdirectores Felipe Garín y Ximo Company, con la profesora de museología de la Universitat de València y decana de la Facultat de Geografia i Història Ester Alba, con el conservador del Museo de Bellas Artes David Gimilio e, incomprensiblemente, con la directora del Museo de Bellas Artes de Málaga, María Morente, el director de las colecciones reales, José Luis Díez y con el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, Benito Navarrete.

Pero vayamos por partes. Cuando la directora general de Cultura y Patrimonio se refirió a una nueva forma de ser gestionado el museo, ¿consideró la actual situación del museo definida por la inexistencia de un cuerpo de conservadores y de una plantilla estable?; cuando apuntó un nuevo plan museológico, ¿se refería al controvertido borrador contestado por parte de la comunidad científica valenciana?; cuando señaló un programa de exposiciones temporales, ¿estaba pensando en Miradas fotográficas como la seña de la nueva línea de la programación temporal del museo?; al reseñar a la política de compra de obras de arte, ¿estaba pensando en el Retrato de don Felipe Vives de Canyamàs i Mompalau, de Jerónimo Jacinto de Espinosa que se vende en la Feria de Maastricht?

Aún más, como se ha sabido posteriormente, a esa reunión excusaron su ausencia los representantes del Ministerio de Cultura, tanto el subdirector general de Museos Estatales, como la jefa de Infraestructuras de Museos Estatales.

Pero aún más todavía, para debatir sobre el futuro del plan museológico se invitó a los dos exdirectores del museo, a la especialista en museología de la Universitat de València y al conservador del museo. No sabemos qué criterio llevó a los responsables políticos a contar con la presencia además de la directora del Museo de Bellas Artes de Málaga, del director de las colecciones reales o a la de un profesor de la Universidad de Alcalá de Henares. ¿Qué relación mantienen con la institución valenciana?, ¿qué conocimiento tienen de sus colecciones?, ¿qué investigaciones han realizado sobre el arte valenciano?, ¿cuántos artículos o libros tienen sobre la historia del museo o sobre sus colecciones? Pongámonos en otro supuesto territorial: ¿creen ustedes que para debatir sobre el plan museológico de un museo catalán contarían con profesionales de esta naturaleza y procedencia? ¿Es que las cinco universidades públicas valencianas no cuentan con profesionales que puedan opinar con criterio, que cuenten con conocimientos sobre las colecciones de este museo y con un historial científico de publicaciones y experiencia en el campo de la museología y la museografía de reconocido prestigio?

Efectivamente, no hay avances respecto al plan museológico ni sobre la fórmula jurídica a adoptar por la institución para ganar autonomía. Solo desde la seriedad de los planteamientos se podrán lograr soluciones aceptables por la sociedad valenciana, por la comunidad científica y el reconocimiento internacional de la institución. Las decisiones no se pueden ir improvisando, ni pueden depender del conocimiento de la realidad museística por parte de una clase política en la que muchos habíamos puesto nuestras esperanzas. El Museo de Bellas Artes no se merece la deriva a que se ha visto abocado en los últimos años.