La Unión Europa es transcendental para entender nuestro pasado, nuestro presente y, sobre todo, para conquistar nuestro futuro. Hoy celebramos el 60 aniversario de los Tratados de Roma que dieron lugar a su creación, primero como un mercado único, la CEE, hoy, como una Unión que representa el proyecto de mayor integración del mundo, al que aspiran muchos. No olvidemos que el proceso de construcción europea es una historia de éxito, de paz, de libertad, de derechos y de prosperidad. Y, sobre todo, reivindiquemos que es un proyecto por el que merece la pena luchar.

Vivimos momentos muy complejos y difíciles de nuestra historia. La crisis económica y financiera, el paro juvenil, la desigualdad, la incapacidad para solucionar conflictos exteriores o para gestionar el flujo de refugiados, mina la confianza y credibilidad de los ciudadanos en el proyecto europeo lo que, sin duda, alimenta los populismos y nacionalismos que hoy amenazan el sueño europeo. Muchos de los problemas que hoy nos aquejan son de dimensión europea o global y la solución no puede ser de ámbito nacional. Buscar soluciones nacionales a problemas globales, condenará a Europa al fracaso y la irrelevancia. Pero no responsabilicemos a Europa de lo que es responsabilidad de los Estados Miembros, de su falta de coraje, determinación y compromiso y de su incapacidad para resolver problemas que recaen exclusivamente en su responsabilidad y que intentan ocultar tras el escudo de Bruselas.

Necesitamos trabajar todos juntos para que Europa sea capaz de responder a los grandes retos que tenemos por delante, especialmente complicados tras el Bréxit y el triunfo de Trump y, sobre todo, capaz de recuperar la ilusión y la confianza de los ciudadanos en aquella Europa que tanto anhelamos y por la que tanto luchamos en España para formar parte de ella.

En Europa, los hijos de las clases medias cada vez tienen más difícil seguir siendo de la clase media. Sobre todo en España, donde la reforma laboral de 2012 ha facilitado el despido barato a los padres, que tenían un contrato indefinido, a jornada completa, con un sueldo razonable, para contratar a sus hijos, con un contrato temporal, a tiempo parcial y un sueldo de miseria. Desde que entró en vigor la reforma laboral, los salarios han perdido dos puntos de su participación en el PIB, lo que significa 20.000 millones de euros menos en las manos de las familias.

Soy una firme defensora de la Economía Social de Mercado, una economía que sitúa el empleo de calidad y el crecimiento como prioridad, que rompe con la austeridad para los ciudadanos y los privilegios para los poderosos, que ofrece igualdad de oportunidades reales para todos y aplica políticas redistributivas para garantizar la cohesión social, que defiende un uso responsable y eficiente de los recursos públicos para evitar recortes en políticas sociales y que basa su competitividad, no en salarios bajos y menos derechos de los trabajadores, sino en la calidad y en la excelencia: en el mejor sistema educativo, la mejor tecnología y en la investigación y la innovación.

Metidos de lleno en el siglo XXI, con grandes actores que emergen con economías dinámicas y cada vez más avanzadas tecnológicamente, demográficamente pujantes y con legítimas aspiraciones de jugar un papel relevante en el escenario mundial, la Unión Europea tiene que asumir con realismo y determinación que sólo continuará siendo un actor global determinante si actúa como tal, se hace representar con una voz común y asume sus responsabilidades en la gobernanza global. Solo una UE que actúe como tal, será capaz de proteger los intereses de los europeos en un mundo globalizado.

En este contexto, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker ha presentado el Libro Blanco sobre el futuro de la Unión.

Como socialista, defiendo el camino hacia una mayor integración que requiere:

Profundizar en la Unión Económica y Monetaria, luchar contra el fraude y la evasión fiscal y aumentar los recursos propios implementado el impuesto de transacciones financieras.

Desarrollar una Política Económica expansiva con un Plan de Inversión Pública potente que no compute como déficit y que permita mejorar nuestra competitividad.

Desarrollar un auténtico Pilar Social de la UE, la gran deuda pendiente.

Cumplir con los compromisos de reasentamiento de refugiados.

En definitiva, 60 años después de la creación de la entonces llamada CEE y 30 después de nuestra adhesión, creo que los lazos que hoy nos unen a los europeos son más fuertes gracias a los avances conseguidos desde entonces. Una Europa cada vez más unida es el mejor instrumento para superar las actuales dificultades y ofrecer una sociedad mejor a nuestros hijos y las generaciones futuras. Trabajemos para ello.