En la liga de los hombres y mujeres extraordinariamente posicionados, perdura la "titulitis", por la que arribistas de toda índole inventan su currículo, sin olvidar que existen carreras, hoy en día, apuntaladas gracias al trato de excepción. "El secretario de Estado se convirtió propiamente en el secretario del rey. Era un hombre que socialmente procedía de la nobleza inferior, solía poseer formación universitaria y por encima de todo era un burócrata" ("La vida cotidiana en la España de Velazquez", dirigida por Jose N. Alcalá- Zamora). Caballeros, hidalgos, corregidores, jerarquía nobiliaria, señoríos, validos, nobleza cortesana. El comercio de nombramientos era un efectivo método de henchir arcas que, actualmente, se transfigura en pos de la procreación de individuos afines a normas de partido, fomentando una peculiar endogamia de perfiles y nombres subrogados. Mientras. Al otro lado del espejo, se encuentran quienes estudian concienzudamente, día a día, esforzándose en la especialización y la cultura, en interconexión global hacia el avance vertiginoso del conocimiento, en un orbe de progreso donde de poco sirve inventarse títulos y organizar apaños.

Estela Goicoetxea, pupila política socialista, recogió bártulos tras hacerse pública su inexistente titulación en Biotecnología, pasando a ser, en cuestión de un par de días, de oradora enfervorizada a ex directora del Observatorio de Salud Pública de Cantabria. La alcaldesa de Santander, la popular Igual, por su parte, confiesa no contemplar dejar el cargo porque en su curriculum constase como diplomada en Magisterio y de tal diplomatura, nada de nada. Las nuevas aplicaciones sociales y la más generalizada ilustración, exigen el máximo rigor a jóvenes españoles. Jóvenes que afrontan el mañana con calidad y capacidad, y que, en nada tienen que ver con la caterva de rentistas de títulos heredados, donados o inventados. Gratificar a hijos, a yernos, a nueras, a maridos, primos o sobrinos de alguien afín, o de algún histórico, es costoso y en extremo osado.

Lope de Vega escribió: "Tres cosas hacen los hombres y los levanta del suelo; las armas, letras y el trato". Así pues, privilegiados de antes se afanan en dotar de brillantez a descendientes y acólitos, procurando la supervivencia del legendario estatus. "En el siglo XII, la nobleza mostró una inequívoca tendencia a la política. Felipe IV tuvo que crear un sustitutivo económico para compensar la defección de los nobles. Fue el llamado servicio de lanzas. Por él, cada duque debía mantener veinte soldados y diez cada marqués. En mil seiscientos treinta y uno, este mantenimiento se tradujo en cifras concretas: siete mil reales anuales para cada duque y tres mil seiscientos para cada marqués".

Ser médico o letrado abre puertas y en la posguerra española, muchos principales del bando ganador optaron por dotar graciosamente a sus vástagos de tales títulos, en contrapunto a los sacrificios del pueblo que sufrió privaciones, con el único fin de pagar estudios básicos a sus descendientes arrancándoselos de cuajo al analfabetismo reinante. Estudios ganados a pulso, títulos obtenidos laboriosamente, examen tras examen, sin engarces sociales, sin recomendaciones, sin apellidos de relumbrón. "Menos haches, general. Su apellido materno real siempre se escribió Baamonde, hasta que usted, ya en la etapa de su despegue epopéyico le añadió la hache intercalada para subirlo de estatus social", (Autobiografía del general Franco/I", Manuel Vázquez Montalbán). "Lluis Carandell asegura que en el libro de registro de la catedral de Barbastro, junto a la partida de bautismo del pequeño José María, una anotación fechada el veinte de junio de mil novecientos cuarenta y tres indica que se cambia el apellido Escriba por Escrivá de Balaguer (Carandell, 80). También el nombre evoluciona con el tiempo: y así, del corriente José María, se pasará a un originalísimo Josemaría"; ("Santos y pillos. El Opus Dei y sus paradojas", Joan Estruch). Respecto a los requerimientos de carrera, el tema es subyugante. "Por ejemplo, el placet pastueño del Consejo al nombramiento de Eligio Hernández como fiscal general del Estado. Era patente su ilegalidad, pues Hernández no cumplía ni de lejos, el requisito de los quince años en el ejercicio efectivo de su profesión. No llegaba a diez, pues no cabía computar como actividad judicial ser gobernador civil de Tenerife y delegado del Gobierno en Canarias o haberse dedicado a la lucha canaria bajo el sobrenombre de El Pollo del Pinar", ("Palacio de injusticia: sin esperanza y sin miedo", Joaquín Navarro). El mismo autor, magistrado-juez decano de San Sebastián, magistrado de la Audiencia Nacional de Madrid, miembro de Justicia Democrática, Jueces para la Democracia y colectivo Itaca; también recogía en su obra: "Maria Teresa Fernández de la Vega (la única magistrada procedente del tercer turno, que existe en el universo sin haber puesto una sola sentencia)".

Existen verídicos titulados enamorados del séptimo arte que se apartaron de sus carreras, esas que para otros y otras, son escalafones de clase, prefiriendo la producción, dirección o actuación. Juan Antonio Bardem, director ("Muerte de un ciclista") ingeniero agrónomo; Fernando Colomo, director ("Bajarse al moro") licenciado en arquitectura; Vicente Escrivá, director ("El virgo de Vicenteta") doctor en Filosofía y Letras; Jose Mª Forqué, director ("La que tienen que servir") estudió Arquitectura; Victor Erice, director ("El espíritu de la colmena") licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y Económicas; Julio Medem, director ("Ma Ma") licenciado en Medicina y Cirugía General. Largo etcétera que potencia una industria nacida tímidamente, el veintiocho de diciembre de mil ochocientos noventa y cinco, en París, de la mano de los hermanos Lumière, y convertida en rentable inversión. A partir de ahí, estadounidenses, franceses, ingleses y hasta los alemanes con el bioskop, vieron que aquello sería un gran negocio. Todos lo vieron y lo ven, menos en España donde se castiga al público y a los creativos emergentes con un desorbitado IVA, exento de rebaja en los nuevos presupuestos. "Era dueño de un rectángulo de luz, del incesante movimiento de las sombras y de unas misteriosas relaciones que se adentraban en el mundo de los sueños. Hoy, más de medio siglo después y en la oscuridad de la sala de montaje, aún continúo sintiendo la misma emoción" (Ingmar Bergman, director de cine).