Rocafort es durante este año el municipio que preside la red de ciudades machadianas. Los valencianos nos podemos sentir muy orgullosos de haber acogido a nuestro gran poeta durante dieciséis meses en esa localidad.

La etapa valenciana de Antonio Machado fue tranquila e intensa intelectualmente. Siendo bombardeado Madrid, Machado se resistía a abandonar su casa. Rafael Alberti lo convenció y el 25 de noviembre de 1936 el Quinto Regimiento lo trasladó a Valencia acompañado de otros intelectuales. En declaraciones al ABC afirmó: «Yo me voy a la fuerza, de Madrid, mi gusto hubiera sido morir en Madrid, luchando al lado del pueblo al que tanto amo». Camino de Valencia durmieron en Tarancón, en un colegio en el que habilitaron salas con colchones. Al día siguiente, el autobús sufrió un calentón. Un coche llevó a Machado y a su madre a Utiel y finalmente llegaron a Valencia. En aquellos días, en nuestras calles se recogía dinero para los niños refugiados. Los edificios valencianos emblemáticos se habían convertido en instituciones republicanas. Los Machado se alojaron en la Casa de la Cultura situada en la calle de la Paz, que se había convertido en el epicentro social y político de España.

Según Leonor Machado, su tío quería un lugar tranquilo para trabajar y tener intimidad. Por ello decidieron llevarlos a Villa Amparo, un palacete neoclásico con amplios jardines situado en Rocafort, junto a la acequia de Moncada. En esta población se encontraban las embajadas rusa y americana. Largo Caballero y Juan Negrín tuvieron aquí su residencia. Este último ofreció a Machado se ministro de Cultura, lo que nuestro poeta rechazó. En Villa Amparo, Machado daba clases de francés a sus sobrinas. Alberti relataría años más tarde que en nuestras tierras Machado estaba más contento y tranquilo, al lado de su madre, de sus hermanos y de sus sobrinillos que lo bajaban del brazo al jardín dándole una apariencia de abuelo. En el crepúsculo de su edad, con su perpetuo traje marrón, Machado afirmaría de este lugar que era como un poco de paraíso. Se subía a la torre de Villa Amparo en las puestas del sol, allí trabajaba y fumaba. Cierto día llegaron unos milicianos para registrar la casa pues sospechaban que desde la torre se hacían señales de humo a los barcos. Pascual Alfonso, vecino de Rocafort, recuerda que Machado paseaba por el pueblo, lo describe como un hombre decente, agradable y algo gordito. En su casa recibía a las visitas en el porche. Por las noches se refrescaba la cabeza con agua fría para despejarse, acción que le recriminaba su madre. A finales de marzo de 1938 recibió un telegrama en el que se le conminaba a abandonar Rocafort. Marchó a Barcelona. El 22 de enero de 1939, Machado y su familia fueron evacuados de la ciudad condal. Viajaron a Girona en un coche y cruzaron la frontera a pie junto con otros refugiados.

En el pueblecito francés de Colliure fue alojado en una pensión pero al poco tiempo murió. Las casas de Colliure son color pastel, la población costera reluce junto a un mar azul, con aguas cristalinas. Una enorme fortaleza resguarda la población y vigila la tumba de Machado. Fue enterrado en un pequeño cementerio. La tumba hace honor a nuestro poeta pues es sencilla y modesta. Machado murió tal como él mismo había profetizado: «Y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/me encontraréis a bordo ligero de equipaje;/ casi desnudo, como los hijos de la mar». Sus restos reposan en Colliure pero su corazón, como él mismo escribió, está donde ha nacido, no a la vida, al amor, cerca del Duero.