En esta emblemática fecha del 14 de abril, los partidos republicanos que cofirmamos este escrito miramos al futuro pero no dejamos de valorar el pasado y el presente. Y lo hacemos dirigiéndonos a todos los demócratas, súbditos del Reino de España, se consideren republicanos o no, sean de derechas o de izquierdas, con creencias religiosas o sin ellas, con identidades culturales diversas y sean cuales sean los sujetos de soberanía al que aspiren a ser leales.

Nos dirigimos a todos los demócratas a quienes por encima de diferencias nos une el ser súbditos de un Estado que tiene su última fecha de reelaboración jurídica (la primera fue en 1812), en el retocado decreto número 138, publicado el 30 de septiembre de 1936, de la autodenominada Junta de Defensa Nacional de los generales sublevados el 18 de julio de ese año, auténtico sujeto del poder constituyente actual. Desde entonces y con una serie de leyes concatenadas sin atisbos de discontinuidad, entre ellas -ley de 7 de junio de 1947 por la que Franco restaura la monarquía; y ley de 22 de julio de 1969 por la que se designa a Juan Carlos como sucesor del dictador- se ha llegado a la actual y última ley fundamental publicitada como Constitución del 78 por los que la consensuaron. En estos ochenta años, el régimen ha dispuesto de tres jefes de Estado ademocráticos, no electos democráticamente: Franco, Juan Carlos de Borbón y Felipe de Borbón.

Esto es lo que nos une a todos los demócratas: formar parte de un Estado, el actual Reino de España, que sin precedentes en la Europa democrática, tiene un origen espurio. Aunque no nos engañamos. Reconocemos la realpolitik de los súbditos del Reino, que adoctrinados por toda la clase política institucional y no institucional, se ha manifestado mayoritariamente en las urnas, hasta ahora, por considerar baladí los orígenes de este Estado y han valorado que les compensaba mantenerlo.

Pero el edificio surgido en 1936, ahora en el 2017, tiene serias grietas que amenazan su existencia. A la corrupción sistémica, a la inexistencia de la división de poderes, al sistema sancionador que recapta hasta por respirar y a la demagogia insufrible de toda la clase política en los últimos años, se ha sumado ahora la ruptura del consenso de los sectores catalanes conservadores que apoyaron la última ley fundamental del régimen surgido en 1936: la Constitución de 1978. La unidad de estos sectores moderados catalanes con Esquerra Republicana de Catalunya, formación sin compromisos por no haber participado en el pacto y consenso de 1978, ha posibilitado una mayoría republicana en el parlamento catalán con el mandato por parte del electorado de iniciar un proceso constituyente por la República catalana.

Ante esta situación, los demócratas tenemos una oportunidad. Es ahora cuando los republicanos hemos de iniciar un movimiento pacífico y democrático por una refundación democrática del Estado. Es el momento en que los demócratas nos hemos de coordinar, tanto a nivel estatal como autonómico, para ganar con amplias mayorías los parlamentos respectivos: el estatal y, también, los autonómicos, para la causa republicana. Entendemos que el deterioro del actual régimen y a la vista de la ruptura que se ha iniciado en Catalunya, nos avoca al resto de demócratas a soluciones/propuestas que partan de la no promulgada Constitución Republicana Federal de 1873. Ahora es el momento.

Firman también Manuel Sender (Unión Republicana), Josep Velasco (ENV) y Chavier Vecilla (Tierra aragonesa)