El factor de verdor, en literal traducción castellana. Se trata de la proporción de terreno cubierto por la vegetación, desde un mínimo de 0 a un máximo de 1. Sin datos en los grandes «indlandsis» o hielos continentales de la Antártida y Groenlandia, el resto de las tierras emergidas son bastante verdes. La media es de 0,7 (un 70 %) para el periodo entre 1980 y 2017. La mayor extensión de tierra con menos cubierta vegetal corresponde a las latitudes altas del hemisferio norte. Apenas las hay en el Hemisferio Sur, salvo la punta meridional sudamericana y algunas islas de los mares australes. Las tierras al norte del paralelo 60º, al este de los continentes americano y asiático, ven caer su cubierta vegetal por debajo del 50 %. La superficie se reduce en forma de diagonal hacia el oeste, donde hay que sobrepasar el Círculo Polar para alcanzar estos pobres valores.

Las corrientes marinas frías al este y las cálidas al oeste seguramente tienen que decir mucho en esta peculiar distribución. En las islas árticas el porcentaje prácticamente llega al 0 %. Las condiciones son tan duras que el terreno queda para la roca desnuda y el hielo. Para encontrar nuevas tierras desprovistas de vegetación al menos en su 50 % hemos de ir a la diagonal de las tierras áridas. Allí el agua de lluvia no es suficiente para aportar una escorrentía continua ni una cubierta completa de vegetación. Aparecen marcados los desiertos del Sahara, el mayor del planeta (hablemos de aridez, no de sequedad), los desiertos arábigos; los iraníes de Lout y Touran, los del Turkestán y especialmente el de Taklamakan, y su enorme extensión arenosa, que casi deja invisibles el Tsaïdim al este y Zungaria al norte. Curiosamente esta diagonal con menos verdor es muy discontinua, al contrario que la septentrional.