Los números sobre violencia de género son demoledores, pero lo más grave es que 2017 está empeñado en romper todas las estadísticas y los casos más extremos de violencia machista inundan casi a diario los titulares de prensa. Según los datos hechos públicos por el INE, un total de 25.959 hombres fueron condenados durante el año 2016 por violencia de género mediante sentencia firme, lo que hace una media de 2.163 al mes, un aumento del 7 % con respecto al año anterior. Son datos inasumibles y que nos deben llevar a una profunda reflexión como sociedad.

Analizando con exhaustividad todo lo que está sucediendo, podemos llegar a dos conclusiones que comparte la mayoría de los expertos en la materia. Por un lado, resulta indispensable dar una respuesta social, política y legislativa que provoque un cambio en la tendencia actual, donde parece que se ha pecado de una cierta relajación en los últimos tiempos. En esa línea, los grupos parlamentarios deben concretar definitivamente el pacto de Estado que están negociando, dotándolo de los medios económicos y humanos necesarios para luchar con efectividad contra las raíces en las que se asienta la violencia de género. Y en segundo lugar, debemos tener claro que el terrorismo machista no se acaba exclusivamente con medidas penales, sino que la solución llega por un cambio de mentalidad social, cuyo mejor instrumento es reforzar la formación y educación en igualdad de nuestros hijos e hijas.

Existe la errónea tentación de atacar la Ley Integral contra la Violencia de Género aprobada en 2004, sin darnos cuenta de que como sociedad no hemos hecho los deberes que nos impuso el legislador en este ámbito. La violencia de género sólo se terminará cuando seamos capaces de convivir en una sociedad cuyas bases estén asentadas en el respeto y la igualdad de todos. Difícil ejemplo damos a los menores y adolescentes cuando algunos tachan a esta norma de discriminatoria contra el hombre o se manipulan los datos de las supuestas denuncias falsas; cuando ridiculizamos el uso de un lenguaje no sexista y respetuoso con las mujeres; cuando criticamos la obligatoriedad de aprobar planes de igualdad en la empresa; o cuando nos sorprende la retirada de publicidad machista. Cambiar nuestra mentalidad y nuestros valores, quizás no evitará que el maltratador de hoy asesine a una mujer, pero sin duda, ayudará para no seguir alimentando el germen del machismo y acabar con esta lacra en el futuro.