Parece que se van calmando los ánimos a propósito de la inversión del Estado en la Comunidad Valenciana. Duele estar a la cola de España con 119 euros por habitante; 66 por debajo de la media nacional. Aunque no entiendo la sorpresa de nuestros dirigentes: era lo esperado a tenor de la trayectoria de las últimas décadas.

En estas mismas páginas podía leerse hace unos días este titular: «El Gobierno deja de invertir 3.108 millones en cinco años en la Comunidad». Pues bien, hace ahora cinco años, en 2102, el titular fue: «El Estado ha escatimado a los valencianos 9.453 millones en diez años»; es decir, llevamos así casi dos décadas. De ahí que el anuncio del Gobierno no haya sido, para mí, sorpresa alguna. Ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy han demostrado un especial cariño presupuestario hacia los valencianos.

La posible explicación a este desafecto podría tener que ver con la estructura de nuestros partidos. Me explico. El Partido Popular vive en el presidencialismo estricto: una mirada de desaprobación de Génova significa «firmes» y acatamiento sin condiciones de las órdenes que lleguen de Madrid. Eso se traduce en que los diputados populares tengan poca capacidad reivindicativa. Se ha podido comprobar recientemente con llamadas de atención que la dirección nacional ha lanzado a Isabel Bonig y Carmen Contelles.

El PSOE lleva décadas esperando su mesías político capaz de conducir a la formación hacia la unificación de facciones y paz interna. Pero a fecha de hoy, y viendo la división abierta por las primarias, sigue sin aparecer ese líder que, amén de unir, tenga voz potente en Ferraz.

Compromís, con sus cuatro diputados en Madrid, tenía la oportunidad de demostrar a la ciudadanía que posee altura de miras. Sin embargo han tildado de mercaderes al PNV por conseguir para el País Vasco lo que ellos podrían haber conseguido para los valencianos. Dicen que no pueden apoyar a un partido manchado por la corrupción...

Lo único cierto es que el PNV, con cinco diputados, ha conseguido 1.400 millones del Estado y el compromiso de inversiones en infraestructuras que servirán para agrandar la brecha entre ellos y nosotros. Lo único cierto, también, es que un solo diputado canario ha logrado varios cientos de millones para el archipiélago. Compromís ha preferido situarse en la política del lloriqueo y de la queja fácil y televisiva; o sea, en tratar de beneficiarse políticamente antes que en buscar el beneficio de los ciudadanos a los que representa. Compromís mira más por sí misma que por los valencianos.