Tras la destitución de Pedro Sánchez escribí que la única esperanza del PSOE era que sus militantes lograran rescatarlo de las garras del aparato y los barones. La quimera ha ocurrido y las bases socialistas lo saben. Saben que han ganado. La cultura militante de este partido empezó a cambiar el día en que grupos de afiliados se indignaban ante las sedes de Blanquerías o Ferraz. Contra el golpe interno, contra la abstención externa. Esto demuestran que para no ser utilizado por el establishment, para ser un proyecto autónomo de transformación, el PSOE necesita empoderar a las bases. De otro modo se pierde.

Poco antes del 39 Congreso, participé en una conversación con Ximo Puig. En tono cordial e integrador aceptaba que el resultado de las primarias obligaba a inaugurar un espacio nuevo en el PSPV y que no podía encargárselo a los de siempre. Me pareció muy coherente que no quisiera negociar cuotas con José Luis Ábalos y los suyos, que también son los de siempre. Aceptó el papel relevante de las plataformas de militantes que llevaron a Sánchez a la victoria. Tenía que haber gestos de cambio desde la misma convocatoria y organización del congreso del PSPV.

Vi las dos presentaciones de candidaturas de anteayer. Ni Ximo anunció un tiempo nuevo, ni Rafa García anunció nada. En seguida empezaron las llamadas por tierra, mar y aire a firmar, a implicarse, a apoyar.

No he sido, ni soy, partidario de desafiar a Ximo en una elección interna. Me parece preferible, hoy, no poner en peligro el único gobierno de izquierdas que nos hemos podido permitir en 20 años. Me lo pensaría si se tratara de Andrés Perelló, indiscutible referente de las bases que se movilizaron para restablecer la legitimidad del secretario general. Incluso así, habría que explicarlo muy bien, pero Andrés tiene la dimensión pública necesaria. Lo que no tiene sentido es presentar una alternativa sin esa dimensión. Ahora bien, no apoyar un candidato alternativo, no es razón suficiente para apoyar a Ximo.

El argumento externo sobre el gobierno de coalición necesita un complemento interno, que versa sobre el liderazgo. ¿Quién puede liderar este partido? Un líder no tiene prohibido equivocarse, tiene prohibido no reconocerlo. Para quienes buscamos un cambio radical de cultura de partido, el actual secretario general debería cumplir dos condiciones:

1) Reconocimiento del error

2) Enmienda del error

Para lo primero, Ximo podría haber reconocido que ni orgánica ni políticamente fue adecuado posicionarse en favor de Susana Díaz. Orgánicamente, porque al perder la neutralidad arriesgaba su legitimidad. Políticamente, porque al apoyar al sector más españolista y conservador del socialismo se inhabilitaba como federalista y como puente con el PSC, y de paso se obligaba a esconder el Corredor Mediterráneo.

Es muy difícil que un político, un president haga eso. Es muy difícil... a no ser que seas un líder. Las presidencias no, pero los liderazgos sí se construyen aprendiendo de los demás y reconociendo errores. Por eso no espero que Ximo lo haga.

Para lo segundo, para enmendar el error, tenía que hacer varias cosas simultáneas y sucesivas:

1) Declarar públicamente un nuevo tiempo con una nueva mayoría y explicitar su sintonía con el nuevo Federal.

2) Formar un comité organizador del congreso, sin los Orengo/Boix y con representantes de las Plataformas.

3) Permitir que las delegaciones a ese congreso, la ejecutiva y el Comité Nacional expresen el resultado de las primarias.

4) Nombrar un/a presidente/a del PSPV sanchista.

Si Ximo Puig hiciera esa doble rectificación, me parecería obligado apoyar su candidatura a secretario general. Si no lo hace, solo le quedará el argumento patriótico de no perjudicar el pacto de gobierno. Es el argumento final, el que indica que no te has ganado la legitimidad interna. En tal caso, gane o pierda Ximo, pierde el PSPV; gane o pierda Rafa García, el único que gana es Ábalos.