Gestación subrogada, la denomina Ciudadanos en la proposición no de ley registrada en el Congreso de los Diputados, utilizando una semántica pretendidamente posmoderna, probablemente sugerida por el señorito Albert Rivera. Por su parte, el portavoz del PP, Rafael Hernando, que como es sabido no destaca, precisamente, por sus críticas sutiles, directamente se refiere a esta increíble propuesta de su imprevisible competidor político, afirmando que su partido es contrario a que se pueda utilizar de forma mercantil el vientre de la mujer. Como se ve, no es a la mujer a la que se contempla como afectada por la proposición, sino una parte de su organismo, como si ésta careciese de cualquier sentimiento frente a un hecho tan relevante y esencial de su persona, de su dignidad como mujer. O sea, nada más ni nada menos, que el hecho indelegable del embarazo durante nueve meses, y tras su transcurso, lleno de ilusiones, pero también de inquietudes e incluso, muchas veces de quebrantos de su salud, y de afrontar problemas tan serios como, asiduamente, son los laborales; llegar al momento cumbre y peligroso del parto para traer al mundo un nuevo ser gestado en sus entrañas, pero que como si de cualquier otro pedido mercantil se tratara, deberá servirlo cumplidamente al solicitante o solicitantes en los términos previamente establecidos, como si de una simple obligación mercantil se tratara.

No solo es el vientre de la mujer el que se alquila, que por sí solo no puede ser valorado económicamente, sino la mujer en su integridad psíquica y física, en su integridad moral y ética sin límites. ¿Cómo puede afirmar Rivera que se trata de una norma «garantista, prudente y altruista»? ¿Cómo puede hablarse de garantías, prudencia y altruismo, cuando se está ante el trueque más insólito que imaginarse pueda un ser humano? Porque a la mujer se le encarga que traiga al mundo el producto de su gestación (un nuevo ser humano), según las condiciones previamente establecidas con el solicitante o su representante, a cambio de una contraprestación. Hierve la sangre cuando se piensa que el neoliberalismo es capaz de tales engendros y encima pretende adornarlos de un supuesto oropel de altruismo. ¿Qué mujer puede ser capaz de llegar a un trueque tan mezquino y ruin, de entregar un ser humano que ha gestado y parido a cambio de una compensación económica? Evidentemente, salvo casos absolutamente excepcionales, sólo aquélla que se halle en un estado tan lamentable de marginación social e intelectivo que la incapacite para oponerse a tan inadmisible oferta, y evidentemente, en tal estado, cualquier acuerdo en radicalmente nulo, sin amparo legal posible. Un Estado de Derecho, como el español, no puede prestarse a tan inadmisible propuesta, que debe ser no solo rechazada, sino expresamente prohibida.

La oposición progresista tiene la ocasión de oponerse a esta iniciativa inicua. Confiemos en que no la desaproveche.