El paro lidera desde hace años la clasificación de temas que más preocupan a los españoles. Encabeza las respuestas a las encuesta periódicas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La corrupción, la intranquilidad por la situación económica o el desencanto sobre la gestión política se alternan en lugares secundarios, aunque destacados, en ese listado.

Sanidad, educación o bienestar/malestar social amplían la enumeración de cuestiones que provocan que los valencianos nos devanemos los sesos, que polarizan nuestras inquietudes y nos causan desasosiego. Incluso el deseo de que exista un corredor ferroviario mediterráneo o la infrafinanciación que sufre la Comunitat Valenciana van ganando un hueco en nuestros afligidos corazones y se instalan en el catálogo de nuestros motivos recurrentes de conversación. Entre estos últimos, y sobre todo en la efervescencia de la época estival, el calor agranda su presencia.

Hasta en un verano de escasas novedades deportivas, el nombre de cualquier hipotético fichaje despierta un hálito de ilusión. No obstante, ni entre las preocupaciones que revelan las sucesivas encuestas del CIS ni entre las que publican medios como Levante-EMV, ni tan siquiera en ese termómetro sociológico que consiste en pasar media hora en silencio en la barra de un bar concurrido, en recorrer despacio las principales plantas de alguna gran superficie en esta época de rebajas o en permanecer dos horas en un parque infantil charlando con otros progenitores, he detectado que la situación en Venezuela o el referéndum en Cataluña supongan el más leve motivo de preocupación.

Sí, da para algún comentario suelto, principalmente entre grupos de aficionados a la actualidad política o de militantes de algún partido. En definitiva, en perfiles específicos. Y ahí se suele quedar. No deja de sorprenderme, en cambio, que medios de comunicación de ámbito nacional abran sus telediarios o copen sus portadas con hechos que ocurren en Venezuela, a 7.000 kilómetros de distancia, por muy lacerantes o llamativos que resulten. Que suceden en lugares desconocidos para la inmensa mayoría de su audiencia, con costumbres y comportamientos con los que difícilmente empatiza el público español.

Y si Venezuela y los avatares de Maduro o López marcan la actualidad internacional para los medios españoles de ámbito estatal, la nacional late al ritmo de Cataluña y su anuncio de referéndum. De una cuestión que nada tiene que ver con paro, corrupción, situación económica, sanidad y educación, los temas -recuerdo- que más preocupan a los españoles, según revela impenitentemente una encuesta tras otra.

Posiblemente, el decálogo del último CIS debería colgar de la parte superior de la pantalla del ordenador de algún editor de telediario nacional para no dejarse llevar por el hervor sanguíneo que en ciertas personas con residencia en Madrid despierta Cataluña. O Venezuela. Me da igual. También podría pegar, junto al citado decálogo, la reflexión de Abraham Lincoln, que señalaba que «cuando me preparo para hablar a la gente, paso dos tercios del tiempo pensando qué quieren oír y un tercio pensando qué quiero decir». Igual así cambiaría algún tema de portada.