«Els vencedors oblidaren ser pietosos/

els derrocats traspuaren fel i creu/

els innocents feren de sac terrer a la barricada/els herois pagaren per tots».

Matilde Llòria

( Altíssim regne,1965)

En la Comunitat Valenciana no hay voluntad colectiva de ser. Rajoy está en la cuerda floja, acosado por la corrupción en el PP y contra las bayonetas catalanas de la insurgencia. El descrédito internacional crece. Más allá del independentismo, lo peor surgió a primeros de septiembre. El desempleo subió. En España había 46.400 parados más. El agosto más negativo desde 2008. Un contrato indefinido por cada 13 temporales. La Comunitat Valenciana engrosa su desempleo con 8.852 parados hasta alcanzar los 398.087. La tercera entre las zonas afectadas en número de desempleados detrás de Andalucía y Catalunya. Así se evaporaba el mito de la bonanza económica.

FRACTURA SOCIAL. El catedrático y expresidente del Cercle d´Economia, Antón Costas, daba en la diana con un artículo en La Vanguardia titulado «Crecimiento sin progreso». Concluía: «Sin restaurar el vínculo entre crecimiento y progreso no habrá estabilidad social en nuestras sociedades». Coincidía con el veredicto del sociólogo Manuel Castells para enfocar el desastre luctuoso del 17 de agosto en la Rambla de Barcelona. La fractura social y la indignación se sitúan en el núcleo duro del secesionismo catalán. Explica el hachazo asestado por el Brexit al proyecto europeo y la llegada de Donald Trump, histriónico e imprevisible, a la presidencia de los Estados Unidos.

NACIÓN INCIERTA. En tierras valencianas, en pleno desconcierto, se prodiga la clasificación y persecución de nacionalistas y radicales. No deben inquietarse nuestros próceres políticos y empresariales, aprendices de inquisidores. En el País Valenciano no puede haber nacionalistas valencianos. Abundan los nacionalistas españoles y el lenguaje del miedo. «Les pors actuals, inmediates, que compartim» a que se refería Joan Fuster. Para que haya nacionalistas tiene que existir una nación en ciernes. En la vía valenciana no se dan las coordenadas necesarias. No hay masa crítica para fraguar la rebelión parlamentaria catalana ni una Diada. En el 9 d´octubre predomina la «piuleta i el tronador» de sant Donís. Tampoco hay razones para tomarse los acontecimientos a la tremenda, cuando hemos sabido de una visita inexplicada del president de la Generalitat, Ximo Puig a la Moncloa. Le adelantaron la hora por las citas con Pedro Sánchez y Albert Rivera y fue convocado «in extremis» por Mariano Rajoy. Se ignora de qué hablaron y los resultados.

La fuerza empresarial, donde las patronales tienen asignadas partidas fijas en los presupuestos de la Generalitat, se permite dar lecciones de gestión al Consell. En sus comparecencias públicas no son capaces de explicar cuál es su situación actual ni los avances en su refundación, desde la quiebra de la patronal autonómica CIERVAL. Tampoco se clarifica su reinserción territorial y comarcal en la imprescindible organización autonómica para dialogar y actuar con la Generalitat con representación equivalente. Reclamar en estos momentos -de acoso y menguada tesorería- que la Generalitat incremente la inversión en sectores económicos y en infraestructuras, además inconveniente, es un chiste de mal gusto. Siempre que no dé lugar a una segunda lectura política que nadie se atrevería a imaginar.

INCOMUNICACIÓN . Abunda la moda de establecerr como principio compartido el estado general de la incomunicación. Dirigentes políticos y empresariales tienen la responsabilidad y la obligación de dar a conocer, completa y verazmente, las razones de sus acciones y comparecencias. Carecen del derecho a ocultar sus pasos y el estado real de sus finanzas, cuando se nutren, en todo o en parte, del dinero de todos los valencianos. Hay una ley no escrita que obliga a informar, con claridad total, a quienes obtienen fondos públicos. Si no forma parte de sus preferencias, deberían renunciar a la asignación de partidas en los presupuestos autonómicos. La independencia tiene eso.

Se repite el empeño en clasificar y menospreciar al personal nacionalista. Los malparados nacionalistas. Nadie tema un estallido de nacionalismo valenciano frente al rampante nacionalismo español. Los valencianos careceremos del derecho a ser nacionalistas mientras la administración autonómica esté intervenida en sus finanzas, sin capacidad de ser autónoma. No hay autonomía política sin autonomía financiera. Mientras el Consell siga obligado a recurrir a Madrid para mendigar, con oprobio, lo necesario para llegar a fin de mes sin incurrir en suspensión de pagos.

El mismo problema de fondo que ha llevado a las instituciones catalanas a un inquietante proceso de deterioro e insumisión. Empezaron pidiendo un pacto fiscal y han acabado reclamando independencia. El historiador Jaume Vicens Vives en su «Notícia de Catalunya» ya lo aclaró en 1960: «En Catalunya el móvil primario es la voluntad de ser. Esta voluntad es ineludible, indeformable e inaprensible.» Y pedía para los catalanes tiempo, amor y confianza. No ha sido posible. Nosotros navegamos en otra dimensión. Donde el nacionalismo todavía es utopía.