Sin duda, el requenense Pablo Motos está incluido en las estadísticas del fracaso escolar de la Comunitat Valenciana. Es prodigioso el talento de alguien que, con apenas el graduado escolar, acaba de recibir el Premio Nacional de Televisión. Determinación y destino son una cosa y lo mismo. Girar la rueda hasta salir del círculo vicioso de nosotros mismos.

Pablo fracasó en todos sus intentos de hacer televisión en Canal 9, y aunque pueda parecer exagerado, éste es sólo uno de tantos ejemplos que explican que la Comunitat viva en permanente decadencia. El implacable proceso de expulsión del talento que hace que tantas ciudades, empezando por Madrid y Barcelona, estén llenas de brillantes valencianos que sólo vuelven a casa -a veces- por Navidad.

«El Hormiguero» no pretende ser más inteligente que los demás y, sin embargo, lo consigue. No intenta dar lecciones de nada y las da, en cada programa, sobre cómo hacer buena televisión para todas las edades. «Comprometido, leal, trabajador, muy buena persona», así nos define a Pablo Motos el también valenciano en Madrid y humorista Jesús Manzano, quien, por cierto, tanto nos hizo sonreír hace años en Levante TV.

Otra ilustre princesa en el exilio, la valenciana Nuria Roca, cumple su primera semana al frente del magazine «A Tota Pantalla», en TV3. Al igual que le ocurre a Pablo, Nuria huye de lo panfletario -lo cual tiene más mérito aún, a 15 días del referéndum- y no pretende demostrar todo lo que sabe en cada frase que pronuncia, lo cual resulta verdaderamente insólito en el panorama televisivo actual.

Así como Pablo en Madrid, Nuria tiene en Barcelona el trabajo que le falta en València. Pablo y Nuria, Nuria y Pablo. Triunfadores, cosidos por una misma estrella. Príncipes valencianos en el exilio, a los que siempre esperaremos de vuelta. Grandes amigos. Porque no se puede ser un genio y mala persona. Porque sin amor la mediocridad siempre acaba compareciendo. El verdadero talento es imposible sin amor. El amor que mueve el Sol y las demás estrellas.