«Medidors de desgràcies! Mediu amples

ferocitats. Per ordre les conquistes; tanmateix, per ordre potencial els privilegis de terres i poblats; dins reglament, (això si, tot legal) Mediu·li altària a la mort que circumda l´Univers». Matilde Llòria (1960).

Vivimos en un estado raro o nos sentimos raros en el Estado. Son anormales los titubeos y el desvarío en un Estado que, aunque íntegro, padece el desgarro de dos concepciones contrapuestas. Catalunya anda descabalgada. Carles Puigdemont perdió su oportunidad y aposentado en Bruselas prepara las elecciones. Se las convocó Mariano Rajoy, al tiempo que aprobaba el estado de anormalidad esgrimiendo el artículo 155 de la Constitución. Los catalanes tienen la pelota de España en su tejado. El 21D los votos decidirán quién ha de resolver -o complicar- la relación de su nacionalidad con el resto de territorios hispanos. Los capitostes de la asonada reconocen que la declaración de independencia que movió este embrollo fue un simulacro. No estaban preparados y se les nota. Rajoy y la parte contraria zurran encantados.

Remanso de paz. En un clima de excepción, la Cámara Oficial de Comercio de València -cumple 130 años sin pena ni gloria- celebró la Noche de la Economía Valenciana. Se entregaron premios a iniciativas y trayectorias empresariales entre las que destaca la distinción a Consum, empresa cooperativa con amplio perfil humano en la distribución comercial. En el salón columnario de la Llotja dels Mercaders -cúspide del gótico civil valenciano del siglo XV- se esperaba la presencia de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría. Su ausencia, declinada por los excepcionales acontecimientos que afectan a Catalunya y a España, decepcionó a parte de los asistentes. Tuvieron que resignarse con el president de la Generalitat, Ximo Puig, quien dio la bienvenida a Caixabank y al Banco Sabadell; el alcalde de València, Joan Ribó, fue el orador -íntegro en valenciano- más sólido y coherente de la velada y José Luis Bonet, presidente de la Cámara de España y de la empresa catalana Freixenet, más bien confuso, hizo una loa a la unidad de mercado y de los españoles. El presidente de la Cámara de Valencia, José Vicente Morata, fió sus esperanzas al socorrido horizonte mediterráneo, como caja de resonancia de la cultura y del comercio ancestral en la noche de los tiempos.

Rareza. En trances de incertidumbre se percibe la excepcionalidad del Estado. Antes del artículo 155 de la Constitución -ahora aplicado en Catalunya- está el 116, que regula el estado de alarma, excepción y sitio. Desmembrar una parte del Estado y retroceder en el ejercicio de la libertad ni sale gratis ni admite vuelta atrás sin coste. España a partir de 2018 será diferente y Catalunya, herida, tardará en recuperar el pulso. Varias voces ministeriales, con el portavoz Méndez de Vigo, responsable de Educación -¿también cultura?- al frente, quieren que el Estado recupere competencias cedidas a las autonomías. ¿Comienza su desmantelamiento o es el vértigo constitucional? Al amagado líder del PSOE, Pedro Sánchez, le han vuelto a engañar porque no quieren cambiar la Constitución. La Brigada constitucionalista con pedigrí -PP y Ciudadanos- únicamente aceptará reformar el Estado autonómico, plenamente constitucional, para que no se les encabriten demasiado las masas periféricas. Como en la ruleta, no va más. En Murcia levantaron por las bravas las vías a Adif, el brazo ferroviario del Ministerio de Fomento que pilota el flamante Íñigo de la Serna. Ya les están haciendo el túnel pasante para el AVE.

Pancartas. Cuando este artículo vea la luz la manifestación a favor de la financiación justa para el País Valenciano habrá discurrido por las calles de València, cap i casal. No es malo que València, ciudad amable, ejerza su liderazgo con autoridad y tolerancia. Tampoco es fácil superar veinte años siniestros de arraigo oscurantista (Zaplana, Olivas, Camps, Fabra). Si se analizan las cicaterías y divagaciones -partidos, entidades, patronales dubitativas- que se han prodigado estas últimas semanas en torno a la reivindicación masiva frente a los embustes y burlas del Gobierno español, parece que en vez de avanzar retrocedemos. No es así. Para que esta muestra de unidad en protesta por el ninguneo de políticos cínicos -de derechas o de izquierdas- haya sido posible, era necesario que entrase aire fresco en las administraciones públicas. Un examen de conciencia tras el balance de muchos años de cerrazón y gestión deshonesta. Lo importante no son las pancartas ni las miserias de quien pretende salvar la cara visitando ministros de su partido en Madrid in extremis, cuando debía haberles presionado mucho antes. Isabel Bonig intenta el salto del caballo. El 18N marca un hito en defensa de la libertad y la justicia durante tanto tiempo secuestradas. El Estado ha de decidir. Ser Estado o dejar paso a quienes sean capaces de ejercer sus funciones en equidad. Ser Estado sin anomalías.