A nadie en su sano juicio se le escapa que la falta de lluvias que está azotando a toda España es consecuencia del cambio climático y esto por desgracia no ha hecho más que empezar. Debemos prepararnos para períodos largos de sequía. De hecho, ya estamos en el más grave de los últimos 45 años.

No es cierto que haga buen tiempo como dicen algunos. La situación es crítica, aunque los hoteleros de la costa hagan su agosto particular, llenando terrazas y paseos. Esto no es bueno para nadie.

Los embalses están muy por debajo de su capacidad, algunos por debajo del 20% y en otros, no hay ya ni agua. Donde antes había agua ahora puede verse la tierra agrietada por la extrema sequía. En algunas ciudades españolas están empezando a registrarse cortes de agua para consumo ante la falta de este bien tan básico como escaso.

Los agricultores están retrasando la siembra de sus cosechas de cereales de invierno como trigo, cebada o avena a la espera de que lleguen las ansiadas lluvias. Hay un riesgo grave de sequía para frutales, viñedos, almendros, olivos, ... No hay pastos para que el ganado pueda comer y los ganaderos tienen que comprar pienso, lo que encarece sus explotaciones ganaderas. Por parte de la Administración, que debería tomar cartas en el asunto, no llegan ayudas para paliar la sequía.

Este es el sombrío panorama de una España que se seca a marchas forzadas, mientras presidentes irresponsables como Donald Trump restan importancia al cambio climático y abandonan los acuerdos para preservar el planeta del calentamiento global y del cambio climático. Europa debería tomar la iniciativa porque nos jugamos mucho en ello.