El Pacto Estatal contra la Corrupción presentado en el Paraninfo de la Universitat de València, hace un año, el 9 de diciembre de 2016, recogía el compromiso de todos los partidos políticos con representación parlamentaria a nivel estatal, así como de más de 80 entidades y numerosos particulares de la sociedad civil, para luchar contra la corrupción en nuestro país, que las Jornadas Corrupción Cero, organizadas por la Fundación Baltasar Garzón y la Fundación por la Justicia de València, con el apoyo de la Conselleria de Transparència, han venido a recordar.

Se trata de facilitar el soporte legal y los recursos tecnológicos necesarios para construir la lucha proactiva contra la corrupción y las malas prácticas de las organizaciones públicas y privadas, por medio de la educación y la ejemplaridad, la prevención y la corresponsabilidad, la sensibilización y el apoyo social. Jesús Conill, Catedrático de Filosofía Moral y Política, afirmaba, en las citadas Jornadas, que la educación es el mejor antídoto contra la corrupción, y que la ausencia de algunos valores éticos ha tenido influencia en la crisis que venimos padeciendo.

Por ello, el ciudadano que quiere construir una sociedad justa debe atenerse, no sólo, al cumplimiento de sus obligaciones legales, como condición necesaria, sino también al compromiso ético de su comportamiento social. Pues la actuación de cada cual, aún la realizada por un individuo alejado de la esfera de lo público, trasciende el ámbito privado y tiene, en todos casos, un componente social. Ello ejerce una influencia, positiva o negativa, ante quienes lo contemplan. Pues el comportamiento individual, y la repetición reiterada de actuaciones, ejercen una influencia determinante entre quienes nos rodean. No ampararse en el colectivo, y descender a buscar la responsabilidad del ciudadano es la fórmula para mejorar el conjunto social.

Somos el resultado de los comportamientos individuales de los ciudadanos que nos precedieron y albaceas del legado que debemos transmitir a las generaciones que nos sucedan. Cualquier desacato en la ejemplaridad individual de cada uno de nosotros tiene un efecto perverso en la ejemplaridad del conjunto. Podemos encontrar en el pasado la causa de la mayor o menor ejemplaridad de la sociedad de la que formamos parte. Ello, a su vez, nos hace responsables de la calidad de la que ofrezcamos a quienes nos sucedan. Javier Gomá, lo explica a través del concepto de una mayoría autoexigente de ciudadanos, en la que cada cual se siente responsable de sus actos ante sí mismo y ante los demás.

Solo responsabilizándonos personalmente en el empeño, se podrá recuperar el tiempo perdido en la regeneración social, que en la actualidad resulta urgente, y compete a cada cual remediar, pues la minoría selecta de ciudadanos que, según el análisis orteguiano, debiera llevar a cabo la transformación social, hoy, con los nuevos tiempos, debe resultar sustituida por una mayoría ética de ciudadanos dispuesta al cambio social. La evolución de los comportamientos sociales exige el empeño de la ciudadanía, actuando individualmente, para hacerla efectiva. La ejemplaridad pública, es de todo punto exigible. La privada, debe promover los cambios necesarios con una actuación ética de carácter individual.