«Tot ens integra,/ens dona forma,/ens conforma/ i ens destrueix/per a refer-nos/i continuar/eixe cicle etern/del trànsit vital». Enric Martínez Piera (Aiora, 1959).

Vivimos tiempos difíciles. La normalidad es un bien escaso y deseado. Estamos saturados de broncas, procesos y patrañas electorales. La Comunitat Valenciana, gobernada por la mayoría del Pacte del Botànic, se enfrenta al reto de modernizar estructuras e instituciones. Ximo Puig y su Consell no pueden permanecer impasibles mientras se libra la batalla por la configuración futura del Estado. La financiación, la deuda histórica impagable, el ya mítico Corredor Mediterráneo ferroviario o la concepción más ambiciosa del Eje Mediterráneo -imprescindible-, constituyen eslabones de una cadena que debería comprometer a todos los valencianos en un esfuerzo común.

Repuestos y gratuidades. El Partido Popular de la CV busca repuesto a Isabel Bonig y se apuesta por el exconseller de Sanitat, Manuel Llombart, del ala aznarista. Obsesionado con su sucesora, la consellera Carmen Montón, prepara su regreso desde el IVO. El delegado del Gobierno, oficialista y omnipresente, Juan Carlos Moragues, le va a la zaga. ¿Hacia dónde apunta Joan Baldoví de Compromís? El tejido social ha resultado dañado con la crisis: debacle económica, social, política, la de Catalunya, la del Estado y la interrelación entre los distintos países del mosaico ibérico.

Nada sale gratis. El episodio de Sijena ha dado pie a una disputa -inducida por el PP- de vecindario entre aragoneses y catalanes por pinturas y sarcófagos de un monasterio. Los ciudadanos ansiosos de normalidad se indignan por contenciosos prefabricados. Los líderes empresariales han diseñado su particular campaña para recomponer el tablero de relaciones entre España y Catalunya a partir del 21D. No es fácil. Las partes beligerantes no aceptan recuperar la normalidad. Se necesita certidumbre económica. Clarificación empresarial y estabilidad para emprender. Que los empresarios ocupen su sitio independientes de los partidos políticos.

Lengua y cultura. Dos protagonistas en el panorama empresarial catalán se han manifestado con claridad. Josep González, president de Pimec (Petita i mitjana empresa de Catalunya) y Joaquim Gay de Montellà, president de Foment del Treball Nacional, la patronal de los grandes. Gay no duda que el entuerto catalán tiene origen político, consecuencias económicas graves y que no se resolverá obviando la lengua y la cultura. ¿Dónde está el referente valenciano? ¿Vicente Boluda, Salvador Navarro, Adolf Utor de Baleària o Rafael Juan de Dulcesol? Josep González, denuncia el desastre que supone la suspensión de la autonomía de Catalunya mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Un fracaso de Estado ligado a la debilidad del gobierno de Mariano Rajoy, que se caracteriza por la cerrazón, sus extralimitaciones y por la creciente pérdida de credibilidad exterior. España no puede permanecer enzarzada en un contencioso interno, al que no se le ve fin, sin que se resquebrajen sus cimientos y estructuras. Ya se hizo el ridículo en la disputa entre nacionalistas españoles y catalanes, culpándose mutuamente por la asignación de la Agencia Europea del Medicamento a Ámsterdam. Ni España ni Barcelona fueron candidatas favoritas para una decisión donde primaban criterios de centralidad europea, logística o proximidad a la sede actual de Londres. Cualquier pretexto es bueno para tirarse los trastos a la cabeza, envueltos en banderas y esgrimiendo argumentos baratos.

Plan país. La Generalitat del Botànic tiene ante sí el desafío de ejercer en defensa de sus intereses y para contribuir a la razón de Estado. Los valencianos, además de la anormalidad exterior-Catalunya, España, Aragón, la corrupción o la confusión de los partidos- padecemos los problemas internos de la incompetencia en políticos y empresarios. Los nuestros. ¿Hacia dónde queremos ir? Catalunya destaca por su voluntad de ser. El País Vasco, con su lehendakari Íñigo Urkullu, ejerce un papel notable de mediación. El president Puig defiende los colores electorales del PSC, con Miquel Iceta, en el frente común por la financiación justa. Pero no se sabe si permanece en la retaguardia con Pedro Sánchez o si milita en el regimiento nacional-integrista de Susana Díaz.

Sin fisuras. Los valencianos necesitan un proyecto de país en el que colaboren y confluyan políticos, empresarios, instituciones intermedias y fuerzas vivas. ¿Las entidades económico-empresariales aparcarán sus miserias parara alinearse sin fisuras junto a sus instituciones para relanzar el País Valenciano? ¿Alguien reconducirá el destino de las instituciones feriales esquilmadas por el PP? ¿Los partidos agazapados detrás de pretensiones estériles contribuirán a que la Comunitat Valenciana funcione? Sin poner palos en las ruedas de los presupuestos (Podemos+ Cs+ PP) ni en decisiones estratégicas como la sanidad, la cultura, la política turística, la comarcalización operativa del territorio, en los medios de comunicación públicos, la reivindicación pendiente del municipalismo autóctono o en la modernización democrática de las instituciones, todavía inmersas en la hegemonía del PP. En afán de normalidad. Sin piruetas ni claudicaciones.