En el Máster de Planificación y Gestión de Riesgos Naturales de la Universidad de Alicante, llevo algunos años con el cometido de explicar las olas de frío y las nevadas en España. Se trata de explicar el tema, tanto a nivel global como nacional, de forma integral, no atendiendo sólo a lo que suponen los desbordes de frío y nieve como peligros naturales. Sobre todo hay que hacer incidencia en la gestión integral del riesgo, según la distinta exposición y vulnerabilidad ante el mismo de los territorios. Aunque empleo ejemplos históricos (1926, 1942, 1956, 1960, 1971, 1980, 2004-05, 2009-10, ), casi todos los años la Naturaleza pero, sobre todo, la gestión política, me sigue nutriendo.

Una técnica de la Generalitat de Cataluña ya me explicó, en un curso de comunicación del riesgo impartido en 2005, cuál fue su sorpresa al darse cuenta de cómo los políticos cambiaban su discurso ante los problemas causados por una nevada, en función de si estaban en el gobierno o en la oposición. No suele ser éste un riesgo que cause en España apenas víctimas mortales ni tantos daños materiales como otros, pero es muy molesto en la percepción de los ciudadanos, cuando se quedan aislados en carretera, y muy susceptible de ser utilizado políticamente. Cuando se dice que en lo del otro día todo el mundo tiene algo de culpa no se trata de diluir esa culpa, aunque parece claro que los que no tienen ninguna fueron los que advirtieron con tiempo del fenómeno, los predictores de AEMET.

Es evidente que la DGT no supo coordinarse bien ante ese riesgo ni puso todos los medios necesarios, también lo es que la empresa concesionaria de la AP6 no debería haber dejado entrar más coches en una autopista ya colapsada, pero no es menos cierto que muchos ciudadanos no tienen cultura del riesgo y suelen despreciar las alertas y avisos tanto de los meteorólogos como de la DGT al grito de: «siempre se equivocan, no será para tanto y a mí nadie me dice si puedo o no moverme por carretera».

Esto último, siendo responsabilidad del ciudadano, también lo es del que no educa ni informa bien. Cuando los consejos de «no moverse» no bastan hay que prohibir directamente el paso, dar alternativas, especialmente en autopistas, que son auténticas jaulas en estos casos, como de hecho hacen, por ejemplo, en Cataluña. También es hora de reconocer que nunca podemos tener los mismos medios técnicos para estas cuestiones que otros países más fríos, porque la baja recurrencia de las nevadas no los hace rentables, pero es evidente que, con lo que se tiene, se debe trabajar mejor, porque a veces sí son necesarios.