Hoy tengo muchísima prisa porque no tengo que irme a ningún sitio, así que seré breve y, como los judíos, circunciso.

Uno. Amo a todos los animales en general, lo que no impide que casi todos ellos me den repelús, excepción hecha de los gatos, que me dan miedo, y de los perros, que, además de amarlos en general, me gustan. Dicho esto, añado que mi amor no llega hasta el mascotismo: ir detrás recogiéndole la mierda y sacarlo de paseo tres veces al día no entra dentro de mis compromisos para los próximos quince años, y lo siento por Curro, Pancho y Rintintín. Dicho esto, y aunque a mí qué me importa, no entiendo el furor de perros que les entró a los falleros de Amparo Iturbi cuando decidieron en un acto que les honra, pero psicoanalítico, crear la primera comisión fallera canina. Sabiendo cómo odian los perros las fallas y sus estruendos, apuntarlos a una comisión fallera es un acto de amor, pero sádico. Si los quisieran de verdad, se los llevarían al monte. Si los queréis, irse. Tampoco deberíamos olvidar el agravio para gatos, hámters, canarios y peces de colores. Pero eso ya tiene que ver con la consellería de Igualdad y no con la concejalía de Fiestas.

Dos. Si uno fuera el Micromegas de Voltaire, observaría, extrañado y moralmente perplejo, cómo dos personas pueden morir de frío en las calles de la misma ciudad y a la misma hora en la que otros muchos, sentados en las terrazas, envueltos en mantas y rodeados de estufas encendidas a toda hostia, se toman en pleno invierno una cerveza bien fría, a la intemperie de la luna de València.

Tres. Cada uno elige o se identifica con lo que le da la gana. De pequeño, por ejemplo, tenía amigos que, cuando íbamos al cine a ver una de vaqueros o cauboixos, se identificaban con el caballo, otros con Jon Vaine y yo con la chica rubia que raptaban los sioux, de no salir Richard Widmark. Digo esto porque, habiendo en la historia tantas Agustinas de Aragón y Juanas de Arco, mira tú por dónde a Isabel Bonig le da por Margaret Thatcher. Otro tanto: echando como echan tan buen cine, le da por una cita insulsa de El instante más oscuro, infumable, pese a los puros de Churchill. «Call me by your name».

Cuatro. En las antípodas de las clásicas o tradicionales, se está gestando una huelga de mujeres para el 8 de marzo. Entiendo que es una huelga hecha por mujeres. Si no queremos remachar el clavo que se quiere desclavar, parece oportuno hacerse la pregunta ya clásica: qué es ser mujer. Ser mujer es lo que hacen las mujeres (libremente, no hablamos de las servidumbres impuestas del patriarcado). Así que la huelga consistirá en que las mujeres dejarán de hacer lo que hacen. Como el feminismo es una teoría y una práctica, y viceversa, uno segunda la huelga: haré el varón, el otro recíproco, y no el hombre.