«I l´illa mai no es cansa/d´ésser un tros de món desconegut:/la plena benaurança/rau en la més completa solitud». Francesc Almela i Vives (1955)

La audiencia de TVE tuvo que esperar más de media hora frente al telediario, el 6 de febrero, para ver que Francisco Correa incriminaba al presidente Mariano Rajoy en la financiación ilegal de su partido, rama valenciana de Gürtel, en el Congreso de los Diputados. Son las minorías las que hacen avanzar al mundo. Los adelantados en el arte, la literatura y el pensamiento, la oposición o los heterodoxos. Los resistentes conforman las minorías. En el campo político e intelectual, la excepción es una necesidad vital. Sus enemigas, las mayorías, se comportan con la bárbara simpleza del fascista: barrer al adversario, que aquí no hay más opinión que la mía. Lo que más preocupa a los valencianos es el desempleo y la sanidad. Detrás, la corrupción. La minoría empresarial del cooperativismo ha publicado el libro Solidaritat i compromís, en el que se recogen diez experiencias que parten de la economía social. Muestran el rostro humano al revertir la actividad económica en beneficio de las personas y de la sociedad.

Miseria. En el ámbito sanitario, la guerra del Instituto Valenciano de Oncología prosigue. Los problemas económicos del IVO se iniciaron con la Generalitat del Partido Popular. Antes de ser conseller su director general, Manuel Llombart. No había ni hay dinero. Se fue en fastos. Grave error confundir política y cáncer en una misma persona. Las minorías son un clima, afirmaba el poeta Pedro Salinas. Una forma de ser en sociedad. El País Valenciano, una minoría en el conjunto de España y en diversos frentes. Así la Asociación Española Contra el Cáncer, quiere acabar con la Junta Asociada Provincial de València, en la lucha para vencer al cáncer. La única que goza de autonomía por derecho propio entre las otras provinciales que son meras sucursales sin capacidad de decisión. Una copia turbia del centralismo español vigente en la estructura de poder estatal. Esta singularidad se debe a que València fue pionera y modélica en la lucha para superar el cáncer. Próceres destacados de la sociedad pusieron en marcha un proyecto privado para combatir la enfermedad. Nombres destacados como Vicente Iborra, José Simó Aynat y su hijo Vicente Simó Sendra, Fernando Martínez, Vicent Ventura, Rafael Carmena o José María del Rivero nutren una nómina de personajes fundamentales en la vida del IVO. Unos, desaparecidos y otros, hechos desaparecer. El factor diferencial de la minoría molesta. A ver cómo defiende la sección doméstica que preside el tercer marqués del Turia, Tomás Trenor Puig, los colores valencianos que han despertado la codicia y la intemperancia de la asociación estatal AECC, con sede en Madrid.

Resistencias. Una potente minoría, con efectos electorales, la configuran los pensionistas. El Gobierno y su ministra Fátima Báñez lanzan globos sonda para tantear el estado de opinión. Las pensiones y su futuro constituyen una cuestión de Estado que resume la ineficiencia y el fracaso del Partido Popular. En las cuentas de la Seguridad Social, nadie explica que su déficit es parte de la deuda del Estado. Las pensiones contribuyen al Ministerio de Cristóbal Montoro mediante el Impuesto al Rendimiento de las Personas Físicas. Tributo que grava las rentas del trabajo, cuando los jubilados tienen prohibida la actividad laboral. Los gobiernos españoles alardean de europeísmo sólo cuando les conviene. Se quedan en la cáscara europeísta. Obvian los fundamentos de la Unión Europea, que comprometen en la concepción social de la política y en el respeto a su escala de valores. Incluída la repugnancia ante la corrupción. Latrocinio, ineficiencia y aviesa gestión política. Un cóctel letal.

Ética. Dentro del colectivo empresarial y como referente minoritario actúa el movimiento cooperativo. Ha soportado mejor los embates de la crisis económica y la generación de empleo. Si una persona indiscutida como la laureada profesora de ética Adela Cortina, se siente bien con el cooperativismo, tenemos la garantía de que vamos por el buen camino. Entusiasta de la responsabilidad social empresarial. Realmente va ligada a la honradez, a la educación y al humanismo -raras avis- desde la noche de los tiempos. Cuando afirma que la cooperación es muy superior a la competición despiadada, da en la diana con valentía. Volvemos a las minorías. Denuncia que, por desventura, muchas organizaciones utilizan la acción social como un maquillaje para lavar sus malas prácticas. Para hacer ver que actúan bien, aunque de hecho no lo hagan. «La utilizan como cosmética, no como ética», advierte. De nuevo acierta después de apuntar. Lo que corresponde: mirar, ver y señalar comportamientos y actitudes que, más allá de la ley, atentan contra la justicia y la dignidad de las personas. Nunca el quehacer de unos pocos fue tan útil para tantos.