En España tenemos problemas reales -y muy serios- como la crisis, el paro o la corrupción, que nos preocupan y de los que por supuesto se habla. Otros problemas en inicio artificiales, casi de ingeniería social, pero que acaban siendo también reales, y de los que se habla incluso más que de los anteriores, quizá para taparlos. Y otros problemas, tan reales y preocupantes como los primeros, de los que muy pocos hablan pero cuyo simple planteamiento y aplicación de posibles soluciones podrían revitalizar el país desde el punto de vista social, cultural y económico.

Y es que aunque sea menos conocido que otros, la despoblación del medio rural es uno de los mayores problemas que tiene la península a nivel socioeconómico. En el presente artículo defenderemos un modelo de recuperación de las zonas despobladas a través de la incorporación de proyectos multidisciplinares tipo smart. En efecto, crear territorios rurales inteligentes podría ser una buena medida contra la despoblación rural.

¿Saben lo que quiere realmente la gente? ¿Saben lo que espera de los poderes públicos? Que alguien resuelva sus problemas. Creo que muy poca gente ha llegado a definir bien lo que es smart city, y no traduzcan, porque no es lo mismo definir que traducir. Smart city es gestionar bien esos problemas. Smart city no es siempre city, y no solo es tecnológica, porque la tecnología es un medio, no un fin. La tecnología no resuelve nada por sí misma. Las políticas públicas que en verdad resuelven los problemas de los ciudadanos y mejoran su calidad de vida son el medio ambiente, la salud, el deporte. Y, por supuesto, las relacionadas con la protección de los colectivos más desfavorecidos. Y todo ello en un nivel territorial supramunicipal o comarcal. Nos encontramos en una evolución, dentro de la tendencia smart, que responde más a otras expresiones como smart region, smart island, green city, human city o social city.

Por otro lado, tecnología y rural no son conceptos enfrentados. Las telecomunicaciones deben llegar a todas las ciudades y pueblos del mundo (vía satélite u otro sistema, más moderno y eficiente, que se conciba). Y cuando la tecnología sea gratuita (o al menos muy barata) desaparecerá la brecha digital, que hoy existe no solo entre personas, sino también entre territorios. Tampoco resulta lógico constreñir el emprendedurismo a las grandes urbes, sino que se puede entender incluso más bien al contrario. Hay que poner en valor lo mucho de bueno que hay en nuestras zonas rurales, y que parte de ese valor sea social pero también económico, porque la despoblación obviamente se debe, entre otros factores, a la falta de oportunidades laborales en el entorno rural. Un entorno, por otra parte, que tampoco tiene por qué asociarse únicamente a la agricultura. Tenemos muchos clichés con los pueblos.

Pero nosotros apostamos por los territorios rurales inteligentes. Entiéndase territorio no solo como un pueblo aislado, evidentemente, sino como un entorno más o menos homogéneo, como una comarca natural. Para ello obviamente necesitamos conectividad, una importante mejora en las telecomunicaciones, porque los centros tecnológicos, científicos y de investigación no tienen por qué estar ubicados en las grandes ciudades, e incluso se puede defender que su mejor emplazamiento es el entorno rural. Para ello necesitamos, además, una paralela importante mejora de las comunicaciones, de las infraestructuras de transportes, no tanto pensando en autopistas y autovías como en carreteras y caminos rurales. Con todo ello avanzaríamos hacia una dinamización económica y turística esencial para la lucha contra la despoblación. Y las diputaciones provinciales en esto tienen mucho que decir. Nos gusta, por ejemplo, el modelo seguido en la provincia de Teruel, muy en la línea multidisciplinar de generar valor público a través de distintas políticas necesarias, a saber: generación de empleo, difusión de la ciencia, turismo, ocio y esparcimiento (especialmente para jóvenes), entre otras€ Y ello a través de los proyectos Galáctica, y sobre todo Territorio Dinópolis.

En un momento de la historia en el que ya se habla de vivir en la Luna e incluso en Marte, parece mucho más razonable a corto plazo trabajar (y por tanto vivir) en las zonas menos contaminadas y más infrautilizadas del planeta. Después de todo, de allí salieron nuestros padres y abuelos, quizá nosotros mismos, en los 60 y 70. ¿O ya se les ha olvidado?