Raro es el día en que no aparecen decenas de encuestas o sondeos sobre los asuntos más variopintos. Desde las intenciones de voto hasta el valor de los cereales en el desayuno pasando por las preferencias de colores, la influencia de los insectos en el carácter de los adolescentes o la cantidad de eructos recomendables tras una comida copiosa. Todo se lleva ya al terreno demoscópico, como si fuera, con el dinero, lo único que mueve el mundo. Nada parece escapar al control de las numerosísimas (¿habrá beneficios para todas?) empresas que se dedican a recoger las opiniones de los ciudadanos, tabularlas, aliñarlas, guisarlas, digerirlas y darlas a conocer. Y, acto seguido, a pulsar reacciones, contra reacciones, movimientos? Y vuelta la burra al trigo.

El asunto no tendría demasiada importancia, se quedaría casi en lo anecdótico, si no fuera porque las encuestas han alcanzado tal peso y dimensión que ya son, aunque nos resistamos a creerlo, determinantes en nuestras vidas. No es que nosotros, cada cual, salgamos con un sondeo bajo el brazo a ver donde compramos el pan o qué tipo de calzado nos hace juego con el gabán que llevamos. No, eso no. Esos son, de momento, algunos de los resquicios de libertad que nos deja la tiranía de la globalización, la publicidad y los cacharritos de última generación.

La influencia de las encuestas en nuestro devenir diario viene marcada por las decisiones que, en base a esos sondeos, toman otros, los que mandan, pero nos afectan a nosotros, a todos.

-De modo, señor Orencio, que ve usted una encuesta sobre el consumo de patatas fritas en la Tercera Edad, se lo toma a coña y hace unas bromitas, pero a los tres días, o antes, ya hay un grupo político que lleva el tema al Congreso y se lía porque unos están a favor de regular, otros no, otros dicen que es capitalismo, los de más allá se oponen a la disminución del tamaño de las bolsas? se explica don Priscilo, dado a hacer tesis doctorales de cualquier cosa.

-¿Me quiere usted decir que nos gobiernan a golpe de sondeos y de preguntar por la calle o por teléfono?

-Más o menos. Y no hable muy alto, que lo mismo ya hay por ahí alguno tomando nota.