Los libros son imprescindibles para conocer y entender la atmósfera y el firmamento. Hoy, 23 de abril, se celebra el Día del Libro y, en una fecha tan señalada, me vienen a la cabeza algunos títulos excelentes, aunque no son recientes, sino de obras clásicas que perviven como referente para la gente que quiera dar sus primeros pasos observando el tiempo y los astros como una satisfacción personal. Algunos habrá que buscarlos por internet o en librerías de viejo, pero si nuestra meta es iniciarse en estos campos, puedo asegurar que serán muy útiles a pesar de que en ellos no aparezcan muchos conceptos actuales que estamos acostumbrados a ver u oír en las redes sociales o en los medios de información. Estas obras, en cambio, nos ayudarán a interpretar el lenguaje celeste en los campos de la meteorología, el clima y la astronomía. En lo atmosférico, disfruto releyendo periódicamente «El libro del clima» (Blume, 1983), de autores como Nigel Calder; «La atmósfera» (Montaner y Simón editores, 1902), de Camille Flammarion, y «Elementos de Meteorología» (Editorial Gustavo Gili, 1943), de Eduardo Fontseré. Si todavía queremos elevar más nuestros ojos rumbo a las estrellas, estos son algunos de los libros que nos abrirán camino por los senderos del Universo sin necesidad de recurrir a internet: «Astronomía. Los astros, el Universo» (Editorial Labor, 1962), de Lucien Rudaux y Gerard de Vaucoleurs; «El cielo. Novísima astronomía ilustrada» (Casa Editorial Seguí, 1930), de José Comas Solá; «El Atlas del Universo» (Editorial Labor, 1970), de Patrick Moore, y «El alma de la Noche» (Progensa, 1989), de Chet Raymo. Todos están maravillosamente ilustrados y nos harán sentir la magia de los cielos, tanto en el océano atmosférico en el que respiramos como por encima de él.